
Insensible al dolor de la muerte violenta televisada.
Sin entender a tus vecinos unirse a la turba, que toma la calle jaleada por trileros, en un juego en el que sólo gana la crispación y el odio.
Desterrar de nuestras vidas el sentido común y la razón.
Aceptar la renuncia al derecho para elegir el camino.
Sentir que la vida se vacía, incluso antes de haberla llenado, de verla saciada de los aciertos y errores que aporta la experiencia de las decisiones adoptadas por uno mismo.
Queda lejos el lugar del mundo donde vivir.
Pero no podemos renunciar a encontrarlo.
