
Palidezco tras asistir al documental “Vidas irrenovables”. Analiza el impacto de las llamadas “energías renovables” en el paisaje de España , el tsunami de un mar de placas solares y la invasión demoledora de aerogeneradores eólicos en las cumbres de las montañas.
La llamada “energía verde” no es inocua. Necesita metales con la apertura de una nueva minería, que en muchos casos supone continuar con la política colonizadora en el llamado tercer mundo, aporta contaminantes allí donde se implanta y destruye un paisaje con implicaciones no sólo biológicas, también culturales e incluso espirituales. Su incorporación en el medio rural colisiona con las actividades tradicionales que han modelado la naturaleza con la que hoy compartimos la vida.
Me impresiona escuchar la voz de las gentes que viven en estos pueblos. Son los últimos, porque el éxodo rural fracturó el relevo generacional en el que se sustentaba estas economías. Su desaparición pone en jaque el sistema ecológico que sostiene estos ecosistemas. Transformarlos en plantas industriales de producción de energía eléctrica borra su identidad y crea un vacío para la biodiversidad..
