CIRCULAR ERMITA SAN ANTONIO-BARRANCO EL CHORRILLO/SENDERISMO

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Nuestro punto de inicio es la Ermita San Antonio de Corbalan, punto de devoción al santo de los solteros y solteras. Con una planta rectangular y nave única precedida por un atrio cuadrangular, todo a un nivel ligeramente inferior al del suelo. Al exterior la fábrica está realizada en mampostería y cubierta con techumbre a cuatro vertientes. Se abren vanos cuadrangulares para permitir su iluminación. El pórtico abre al exterior por tres de sus frentes mediante sendos arcos, dos laterales de medio punto y el acceso frontal realizado en arco carpanel. 

Con un acceso adintelado, en el interior del atrio encontramos cuatro bancadas de piedra corridas, que se ajustan perfectamente a las esquinas. Corresponde a una única nave de planta rectangular dividida en tres tramos y cubierta con bóveda de cañón con lunetos. Encontrándose el altar mayor en el último tramo. Cuenta con coro alto a sus pies.

Decorativamente observamos una bicromía blanca y marrón resaltando en este último tono las molduras que marcan el arranque de los arcos diafragma, así como estos mismos, marcando los diferentes tramos de la nave. 

Corbalán poseía varias ermitas en su entorno, que en su mayoría fueron destruidas durante la guerra civil. La mayor devoción la ostenta la de la Virgen del Castillo a donde los vecinos suben a la menor ocasión: especialmente en fiestas y durante el mes de mayo para celebrar una novena. Se asienta sobre los restos de la fortaleza que en tiempos remotos debió coronar el cerro central de Corbalán y del cual toma su nombre. Cuenta la leyenda que entre sus escombros se encontró, de forma milagrosa, una talla de la Virgen que desde entonces es la patrona del pueblo.

El edificio en sí no es muy espectacular se trata de una ermita de una sola nave gótico-mudéjar cuya techumbre se apoya sobre tres arcos ojivales. Se dice que debe provenir del siglo XIII En una de las esquinas se conserva la planta desmochada a unos cinco metros de una de las torres del Castillo.

Siguiendo el viejo camino entre Corbalán y Villalba Baja, tras atravesar cultivos de secano, entre ribazos poblados de espinos y viejas sabinas, sobre un sustrato de material de arcillas y arenas al rellenarse el sinclinal en el periodo geológico del terciario, nos adentramos en la ladera de roca caliza jurásica, donde se extiende un denso bosque de carrascas y sabinas. Un rebaño de ovejas cruza el camino, algunas se empinan sobre sus patas traseras para alcanzar las hojas de los árboles, prueba indiscutible de quien se encarga de su poda para modelar este paisaje adehesado.

Llegamos a la ermita de Santa Barbara arrasada en la guerra civil al situarse en torno a ella un frente durante el mes de mayo de 1938 cuando tras la batalla del Alfambra el ejercito sublevado avanzó y ocupó el Alto de la Torana.

Aún cuando llevamos varios días con amaneceres de temperaturas gélidas, los 14 grados de han animado a volar entre las trincheras a una mariposa. No termino de encontrar un ángulo para identificarla, pero se trata de Lassiomata megera y Pararge aegeria, me inclino por la primera, que ha aprovechado esta mañana soleada para salir de su refugio invernal dentro en la grieta del tronco retorcido de alguna vieja sabina.

Alcanzado el punto geodésico de La Ermita, iniciamos el descenso por la zona denominada Huerto del Misionero. Un rebaño de vacas se han encargado de ahuecar el bosque de pinos negrales, carrascas y sabinas, transformando la maquia en una dehesa.

La ladera más empinada se cubre de un denso carrascal en cuya espesura encuentra abrigo el jabalí. Siguiendo la senda abierta por las vacas descendemos hasta los corrales donde se guarecen. Aquí entra en contacto los materiales calizos jurásicos con el relleno de la fosa de Teruel-Alfambra con arcillas y yesos durante el terciario. Desde allí rumbo norte, guiados por esa línea donde las arcillas se juntan con las calizas, nos dirigimos a entrada al barranco el Chorrillo. El lugar me trae recuerdos de hace más de treinta años cuando regrese de mi primer destino de funcionario en Palma de Mallorca y aproveche las vacaciones para recorrer paisajes turolenses. Al entrar en él una víbora hocicuda me acompañó un tramo deslizándose entre los piedras y emitiendo su peculiar silbido. En otra ocasión cuando observaba aves con el catalejo, a las doce del medio día el ulular del buho real precedió al disparo del cazador que abatió un macho de cabra montes que rodó por la ladera. También el vuelo rápido de los vencejos reales durante el verano, junto al de los vuelos en picado y su peculiar graznido de chovas piquirrojas y grajilla, que anidan en las pequeñas oquedades de la roca.

Aconsejo recorrer despacio este tramo de la excursión, fijándonos detenidamente en como se raja la roca por la acción del hielo en multitud de guijarros. Se deslizan por la ladera acumulándose en canchales que al abocar en el fondo forman pequeños abanicos, que la arroyada de las tormentas estivales se encarga de evacuar aguas abajo. Las fuerzas comprensivas son responsables de los pliegues serpenteantes, que a su vez se fracturaron por la acción de fallas tectónicas. Caída en vertical de varios metros en donde se pueden observarse las formaciones Loguirillas e Higueruelas. La inmensa pared en caida vertical ofrece refugio a multitud de aves rupícolas como el buitre leonado o el águila real. En las laderas y en las paredes se agarran las sabinas y enormes hiedras anclando sus raíces a las grietas de las rocas. En los derrubios de canchales encuentran su lugar las guillomeras.

En la base del gran farallones, donde las calizas masivas de la formación Higueruelas entran en contacto con las calizas tableadas de la formación Loguirillas, la roca se ahueca en unos abrigos cerrados por unas paredes construidas con piedra seca por la mano del hombre, agujereadas con pequeños orificios. Se trata de viejas colmenas. Antiguamente las abejas no trashumaban con la floración y los meses de invierno descansaban, pero necesitaban un hogar abrigado como este que les resguardará del frío y donde sobrevivir con las reservas de miel que les dejaba el colmenero. Tampoco tenían las grandes amenazas que hoy ponen en riesgo su supervivencia, principalmente la utilización de insecticidas y herbicidas en la agricultura, el acaro Varroa, el hongo Nosema ceranae, virus y los cambios climáticos que estaos experimentando, además de otras muchas causas. Miguel Delibes De Castro en su última publicación divulgativa, Gracias a la vida, indica y cito textualmente:

[….que quizás cometemos una grave equivocación al convertir a las familiares abejas en el símbolo de la conservación de los polinizadores, pues, como ha dicho Samantha Alger, ecóloga de la Universidad de Vermont, hacerlo es tanto como utilizar a las gallinas como emblema de. la preservación de las aves. Es cierto que podemos y debemos aprovechar la buena fe de las abejas para difundir la relevancia de los insectos (sobre todo) en la polinización, pero sin olvidar que, como ocurre con todo el resto del ganado, sus disparatados números pueden llegar a constituir un problema.

Tal vez parezca contradictorio, pero aumentando el número de abejas de mil podemos reducir la polinización, especialmente entre plantas silvestres. Las abejas domésticas transmiten enfermedades a las montaraces y, sobre todo, las privan de recursos. Con desplazamientos rutinarios de miles de colmenas cada año, los ejemplares enfermos infectan a las flores y a las abejas locales. Por otro lado, en muchas ciudades europeas y americanas se ha puesto de moda la apicultura urbana. Empresas y gente concienciada con la conservación de la naturaleza colocan colmenas en sus balcones y azoteas con la mejor de las intenciones. Pero en las ciudades no abundan las flores, y la invasión de las abejas domésticas deja a las especies salvajes (abejorros, abejas solitarias, mocas) sin comida, encaminándolas a la desaparición. Ese problema se da también en zonas rurales, como indicó hace unos añ.s otro compañero y amigo, Carlos Herrera, al mostrar que en el último medio siglo se ha producido en la cuenca mediterránea una clara sustitución de especies salvajes por abejas domésticas en la polinización de muchas plantas silvestre y cultivadas. En otras palabras, cuando más crece la dependencia de las abejas melíferas, más escasean los polinizadores nativos……Mejor que llevar abejas domésticas a nuestras ciudades, planeemos flores y respetemos la vegetación de cuentas y baldíos.]

Concluye el capítulo dedicado a los escarabajos citando a Edward Wilson, el padrino, pues rechazaba la paternidad, del neologismo biodiversidad, cuando se refería cuarenta años atrás a los insectos (en realidad a todos los invertebrados) como «los pequeños seres que hacen funcionar el mundo».

Al llegar a un cruce del barranco donde se une el Barranco de Corbalán, dejamos para otra ocasión ascender hasta el poblado celtíbero del Castillejo en donde hace unos años entre una tierra removida para instalar un panel interpretativo encontré un fíbula que entregué al Museo Provincial de Teruel y espero pueda servir datar cronológicamente su ocupación. Seguimos el barranco hasta su cabecera, lo que añade un grado de dificultad a la ruta por cuanto hemos de trepar para superar una caída en su cauce. Atravesando la ladera volvemos a senda del sendero con indicaciones que parte del pueblo, por el que llegamos a nuestro punto de origen.

Antes de llegar a la Ermita otro rebaño de ovejas y cabras regresa tras recorrer el campo durante toda la mañana. Guiado por el pastor y los perros de carea y protegido por un gran mastín. Aprovechan que pasan cerca de una fuente para abrevar. Parece que hemos retrocedido en el tiempo y sin embargo la ganadería extensiva no sólo nos sigue proporcionando alimentos de calidad, también sigue modelando lo paisajes donde encontramos alivio emocional.

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