MALLORCA

Isla de Cabrera

Viví en Mallorca durante unos meses del año 1989. Coincidí con las movilizaciones sociales, encabezadas por el Grupo Ornitológico Balear (GOB), para declarar Parque Nacional la Isla de Cabrera, amenazada su conservación por el proyecto de un polígono de tiro militar.

El año pasado viaje al Parque Nacional Marítimo Terrestre de Cabrera. Hoy es una Reserva Biológica para salvaguardar la biodiversidad del Mediterráneo, que además conserva la esencia de la cultura mallorquina. Tuve la oportunidad de conversar unos momentos con una señora de gran edad, que durante unos días regresaba a la casa familiar, la de los últimos campesinos que trabajaron las tierras en la isla.

La gestión del Parque pone número al limite de personas que diariamente pueden acceder, así como a las áreas visitables. Restricciones que buscan garantizar los objetivos por los que este lugar fue protegido, con el horizonte puesto en que sea sostenible en el tiempo.

Al contrario, en el resto de la isla de Mallorca, durante estos treinta años desde mi estancia, el turismo se ha ido incrementando hasta situaciones que rozan el límite que permita garantizar todos los valores naturales y culturales que la isla ofrece y por los que llegan millones de turistas anualmente. Crece un turismo ruidoso y bullicioso en áreas de playas, que satura las calas de la isla y favorece el expansionismo urbanístico. A la vez avanza la colonización para segundas residencias en predios comprados por grandes magnates, transformando el paisaje aún cuando su urbanismo pretenda adaptarse a identidad mallorquina. Gentes incapaces de escuchar a su alrededor, voraces por consumir. Recomiendo escuchar este podcast del programa Mediterráneo de Radio 3 en que se entrevista a Antoni Font.

La isla como otras muchas, que han sido refugio natural y cultural, ve amenazada la conservación de sus raíces. La dependencia económica en torno al desarrollo de un monocultivo centrado en el turismo dificulta la posibilidad de apostar por vivir en ella. Aquellos que guardan la identidad mallorquina se ven asediados por un modelo económico que dificulta encontrar su lugar de vida a quienes desean seguir habitándola.

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