PREDADORES IMPRESCINDIBLES

En los recuerdos de mi infancia se encuentran las narraciones de mi abuelo Justo. Mi memoria conserva aquella en la que se refería al masovero de la masada La Rinconada, que un día día frío del invierno, con la nieve cubriendo el suelo, partió a visitar a su novia a la masada de La Atalaya y ya no regresó. En el camino, cerca de la masada de la Rambla Roya sólo encontraron las albarcas. Los lobos se lo habían comido.

Aún cuando son contados los datos verificados de ataques de lobos a humanos durante las últimas décadas, la leyenda continua y en los cuentos infantiles el lobo sigue siendo «el malo». Arrastramos este perjuicio hacía esta especie y en conjunto a la de los animales depredadores.

La narración de mi abuelo se ubicaba en las masadas de la Baronía de Escriche, en donde nació y vivió durante el primer tercio de su vida hasta finales de la década de los treinta del siglo pasado. Allí no se conocen datos sobre la fecha de la última vez que se vio un lobo, probablemente deberemos remontarnos a periodos anteriores al siglo XX, muchos años antes de nacer Justo.

Mi identidad por este lugar me ha llevado a visitarlo desde mi adolescencia, todavía hoy me acerco a él con cierta frecuencia.

Cuando mi abuelo recordaba sus días de pastor por esas montes, nunca hizo referencia a predadores mayores que el gato montés o el zorro. Hablaba de las liebres y conejos que alguna tarde salían a cazar o de bandos de perdices que en primavera diezmaban los señoritos de Teruel aficionadoss a la caza de la perdiz con reclamo, aprovechando el celo, lo que mi abuelo consideraba una técnica ruin y traicionera.

Nunca me habló de herbívoros como el corzo, el ciervo… ni tan siquiera del jabalí. A lo largo de los días en que guardaba el ganado pastoreando por las lomas, entre pinares y sabinares, nunca los divisó.

Comencé a visitar estos campos y bosques, con apenas 18 años, a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, las masadas ya estaban vacías.

El éxodo rural se había llevado a sus vecinos buscando una vida mejor en los pueblos o en las ciudades industriales donde cambiaron completamente su forma de vida. Se liberaron de los yugos del dueño de la tierra, de los de la comunidad y de la propia familia. La sociedad liberal les ofreció el sueño de la libertad y el desarrollo individual, un logro el que tanto ellos como las generaciones que les hemos precedido no hemos estado exentos de pagar un tributo, como lo es nuestra alta dependencia de la sociedad de consumo.

Aún se cultivaban algunos campos y los casas se mantenían en pie. El jabalí había comenzado a colonizar estos espacios. En la vecina Sierra de Albarracín, en los Montes Universales, la administración pública había iniciado una repoblación de ciervo en torno a la superficie declarada reserva de caza nacional. Desde la reserva de Caza de Beceite, donde había quedado una pequeña población de cabra montes, la especie había comenzado a extenderse y llegaban citas de pequeños rebaños vistos en los desfiladeros del Río Guadalope en Villarluengo y Pitarque.

Apenas 15 años después en la década de los años noventa llegaron las cabras monteses al entorno de la Casa Grande de Escriche. Paralelamente comenzaron a escucharse en el interior de las umbrías con pinar silvestre los ladridos del corzo. Los pequeños bancales en donde no entraba el tractor habían dejado de cultivarse y comenzaban a ser colonizadas por el pinar, las sabinas y las carrascas.

Hoy, cuarenta años después, las masas forestales no sólo se han extendido, también se han cerrado creando en ocasiones densidades casi impenetrables. En este nuevo hábitat se ha desplazado a aquellas especies vinculadas al cultivo de cereal, y acogen a herbívoros de mayor tamaño vinculados a espacios forestales. La gestión de la caza mayor, orientada a la obtención de trofeos y al ocio, no es capaz de regular sus poblaciones. La Reserva de Caza de Montes Universales debe gestionar un conflicto social generado por los daños que la población de ciervo ocasiona en los cultivos a los que cada noche se desplazan los rebaños a comer. La población de cabra montes ha colonizado toda la provincia de Teruel, ha atravesado el río Ebro y llega a las estribaciones de los Pirineos, donde la subpoblación del Bucardo se extinguió al iniciarse el siglo XXI, probablemente la alta densidad de sus poblaciones es la causa de la expansión de sarna que ha diezmado los rebaños a lo largo de estos últimos años.

La llegada de herbívoros se ha producido sin que paralelamente le acompañara su predador natural, el Lobo ibérico. En palabras del biólogo Alex Richter-Boix, en su ensayo: El primate que cambió el mundo:

«no es que el lobo sea capaz de gran cantidad de capturas, pero impone el miedo que incide en el comportamiento de los animales que evitan ciertos lugares y se ocultan, les genera un estrés que actúa de anticonceptivo natural y regula los movimientos por el territorio en los que evitan los espacios abiertos. También selecciona en sus capturas los animales más débiles y enfermos ayudando a prevenir que se extiendan epidemias. El miedo es un poderoso factor ecológico que moldea los ecosistemas. Los agentes del miedo acaban estableciendo la estructura de un ecosistema son los depredadores….. Los aullidos del lobo actúan en el funcionamiento de lo ecosistema «.

El parque Nacional de Yosemite en los EEUU es un campo de experiencias en la que tras la desaparición del lobo y la expansión desenfrenada de los ciervos canadienses, su reincorporación en los años noventa ha supuesto la regeneración de los hábitat naturales que el pastoreo intenso de los ciervos canadienses había llevado a desaparecer.

Otra experiencia en la década de los años 1960, la ausencia de un gran predador, la estrella de mar, en la bahía de Makah, en el estado de Washington, ocasionó el incremento de las poblaciones percebes, mejillones… limitando los recursos al resto de comunidades de invertebrados y ocasionando la pérdida alarmante de biodiversidad.

En 1971 en los alrededores de una isla de Alaska se perdieron algas que crecían desde el fondo hasta la superficie en grandes columnas. El comercio de pieles había acabado con la población de nutrias marinas, gran predador de los erizos de mar. Estos ocupaban en el océano un nicho equivalente al de las gacelas y las vacas en los prados. El incremento de su población, derivada de la desaparición de su principal predador, arrasó los bosques de algas.

Hoy entendemos la completa interacción entre los organismo de un ecosistema y los efectos directos e indirectos que ejercen unas especies sobre otras. La interrelación entre los organismos y su entorno. En palabras del doctor Richter-boix: las especies están interconectadas en una compleja red alimentaria en la que unas dependen de otras, de tal forma que no se explica la existencia de una especie sin la presencia de la otra. Forman un todo, una unidad. Este estrecho vínculo se pierde en la noche de los tiempos. Se remonta a miles o millones de años de coevolución.

Mantenemos una relación de Amor-odio con los depredadores y carroñeros. Por una parte las sentimos como especies emblemáticas para sensibilizar al publico sobre la pérdida de la biodiversidad, fruto de los diversos documentales que desde nuestra infancia hemos admirado. Pero en general se impone el miedo gestado por las narraciones, los cuentos, las noticias sensacionalistas que a lo largo de nuestra vida hemos recibido, también la manipulación informativa, interesada, recalcando los daños al ganado o la supuesta amenaza que suponen en nuestros paseos por el campo.

La conservación de los ecosistemas está en juego. Desde las políticas locales y autonómicas e incluso la nacional y hasta de la propia Unión Europea, cuyas directrices han marcado los avances de protección ambiental en Europa a lo largo de las últimos años, se imponen criterios para frenar la protección de lobo y otros grandes depredadores, también de pequeños como zorros, gatos monteses.

Es urgente la divulgación de la función ecológica de estas especies. Necesario educar el respeto hacía ellos. Imprescindible orientar la economía para corregir los desequilibrios entre los perjudicados por la presencia de depredadores, pastores y ganaderos, y aquellos que se salen beneficiados, agricultores y turismo. Promover la tolerancia en una sociedad que necesita en todos los niveles la conservación de la vida salvaje en la que se sustenta su propia supervivencia.

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