
La pulga Rogelia se quiere ir de viaje.
Mientras descansaba el perro Jonas,
tumbado en la hierba
muy repantingado tomando el sol,
Rogelia se esconde entre sus orejas.
El perro al momento siente su picor.
A cada saltito que la pulga dá
un sarpullido siente Jonas.
Se rasca y se rasca,
se mete en el agua,
se tumba en el barro
y con el hocico husmea y husmea
entre los mechones de su largo pelo.
Al llegar a un huerto
Rogelia ha encontrado un flor de cardo.
Ese es su lugar.
Abandona al perro.
Se tumba en la flor.
