
Sus semillas inertes permanecen enterradas, a veces años esperando su momento. Como las buenas ideas que nunca se borran.
Con el viento hicieron un largo viaje que las llevaron a alejados lugares. Cayeron y esperaron a que la sequía pasase, a que en la tierra se abriera un hueco para crecer. Evitaron las tempestades del frío invierno.
Cuando llegaron las lluvias y los rayos de sol calentaron la tierra, comenzaron a crecer.
Pudieran parecer débiles. Pero son fuertes y pacientes para volver a alegrar el mundo con sus colores y aromatizar los paisajes.
Son el sentir de la vida. Lo saben los polinizadores, que las esperan para alimentarse. Las flores los encantan con su olor, con el dulce sabor de su néctar, para que al posarse tomen el polen y lo lleven de flor en flor, para que el ciclo de la vida continúe.
