IPRALI(1.959 m.)-USHGULI (2.120 m.)/ 11 Julio 2025

El alojamiento de esta noche era confortable y amplio. La cena y el desayuno con comida abundante y variada, incluso la sopa de anoche tenía un sabor más suave de las especies y hierbas, quizás con menos cilantro, que le hacia todavía más apetitosa. Las mermeladas caseras muy sabrosas.

Antes del desayuno hemos paseado por la aldea de Iprali, por las casas en ruinas precipitadamente abandonadas dejando en su interior colchones, cacerolas, tenedores y cucharas dejados junto a un plato de porcelana en la mesa carcomida de la cocina, un plato que parece contener los restos de la última cena abandonada en la oscuridad de la noche. En la actualidad vive gente mayor, que a estas primeras horas de la mañana ya están activos moviendo las vacas hacia el abrevadero y los prados donde pastaran a lo largo del día, antes de que al anochecer regresen a las cuadras para ser ordeñadas.

El cementerio integrado en la aldea, guarda los restos de aquellos que han ido falleciendo a lo largo del tiempo. El sol comienza a iluminarlos al amanecer para ir extendiendo sus rayos por el resto del valle. Y se refleja en el cristal de las botellas blancas con chacha, que junto a un vaso reposan en la cabecera de las tumbas.

A las nueve nos hemos puesto en marcha para realizar esta ruta de transición, muy cómoda. Es un día de descanso previo a las dos rutas muy exigentes que realizaremos durante los próximos días. Andamos a través de la falda de la montaña de la margen derecha del Río Inguri, atravesado un bosque denso hasta que iniciamos el descenso hacía el pueblo de Ushguli, el asentamiento habitado más alto de Europa. Uno de los pueblos de Georgia guardianes de su identidad.

La descripción de la ruta, una vez más nos la proporciona Jesús Sierra a través de su perfil de WIKILOK.

Distancia total: 12,7 km 
Altura Inicio: 1945 m Altura Final: 2078 m 
Altura Mínima: 1780 m Altura Máxima: 2170 m 
Desnivel de subida acumulado: 515 m Desnivel de bajada acumulado: 382 m 
Tiempo total: 4h 53m Tiempo en movimiento: 3h 27m 
Desnivel positivo por Km: 40.53 m Desnivel negativo por Km: 30.11 m 
Nivel dificultad: facil

Esta localidad la forman 5 aldeas a lo largo del curso del río, cuyas aguas fluyen desde la morrena frontal del Glaciar Shkhara, cuyo circo se acumula en las laderas de las cimas del mismo nombre que albergan varios picos de 5.000 m. Entre sus características visuales más destacables están las famosas torres defensivas, Svan, que venimos contemplando en todos los pueblos que atravesamos en Svaneti. Dos de ellas tienen una reseña histórica con una breve leyenda: 

“Entre el siglo XI y XII, en Georgia había un rey, que él y sus antecesores habían sido todos varones, su única descendencia fue su hija Tamara, que por supuesto heredó su corona. Fue la primera mujer en gobernar Georgia, y esa posición por derecho propio era enfatizada con el título de Mepe (Rey) -el idioma georgiano carece de géneros gramaticales, por lo que Mep’e no implica necesariamente una connotación masculina y puede traducirse como soberano. Su reinado se extendió desde el año 1.184 hasta su muerte, periodo en el que la llamada Edad de Oro de Georgia (siglos XI y XIII) alcanzo su apogeo.

Esta tomó como decisión visitar la localidad de Ushguli hecho que repitió con asiduidad, por ello sus habitantes como detalle de agradecimiento la construyeron una Torre Defensiva en medio de una de las aldeas, y además una Torre Palacio en una colina a la localidad, edificios que hoy en día se conservan (el segundo en ruinas) y que se pueden visitar”. 

El recorrido a media ladera atraviesa una densa vegetación de bosque caducifolio, en el que a pesar del ritmo de la marcha podemos identificar: hayas, robles, abedules, robles, arces, fresnos…. también carpes (Carpinus betulus), una especie singular del Cáucaso.

Descendemos hacia el río Inguri unos kilómetros antes de llegar a la primera de las aldeas de Usghuli. Durante un buen rato permanecemos contemplando la imagen que tenemos enfrente. Es la de un pueblo medieval coronado por torres defensivas. En sus calles algunas casas medio hundidas y en algún solar viejos camiones de la época soviética parecen indicar que se ha detenido el tiempo.

Usghuli ha sido reconocido por la UNESCO, incluyéndolo en la lista del Patrimonio Mundial como parte de la Alta Svaneti, designación que ha ayudado a preservar su autenticidad cultural. La música polifónica svana y las danzas tradiciones continúan siendo una parte integral de su vida cotidiana.

Su comunidad, a pesar del auge del turismo durante los últimos años, conserva un estilo de vida tradicional adaptado a las duras condiciones de la montaña, que aíslan estos valles durante varios meses en invierno. Conforme avanzaba el siglo XXI el país ha tenido una ligera apertura de libertades mirando hacía occidente y que ha permitido la entrada a Georgia sin necesidad de visado. Actualmente el gobierno parece que vuelve a girar la mirada hacia Rusia. La ganadería sigue siendo una parte importante de su economía.

Descubrimos que esta noche en el pueblo se proyecta la película «Dede». Su directora, natural del lugar, ha recibido varios premios y con esta película realizada hace ocho años, así como con un pequeño cortometraje que filmó unos años antes, pretende reflejar las costumbres ancladas en el aislamiento a que han estado sometidos estos valles, en donde las venganzas entre las familias, el secuestro de mujeres… dejan marcada la violencia en la convivencia. Con ella pretende sensibilizar para que la comunidad busque un cambio de conducta. La película es una historia real basada en su abuela. Nos lo dice en la presentación previa, acompañada de su bebe en brazos, a la que tenemos la fortuna de asistir en un cine improvisado en el granero de una gran casa, donde se han levantado unas pequeñas gradas orientadas a la pantalla donde se proyecta desde un ordenador, bajo un techo de maderas envejecidas que se sostiene como cada una de las piedras de las paredes, que se resisten a caer a pesar de la crueldad que impone el frío invierno y la soledad en la montaña.

Transcribimos algunos párrafos de la reseña que publicó el periódico El País, hace unos meses:

[Un grupo de hombres regresa del frente de la guerra civil georgiana al remoto pueblo de Ushguli. En el interior de uno de los vehículos, dos excombatientes conversan: uno de ellos va a reencontrarse con su prometida a pocos días de la planificada boda; el otro espera volver a cruzarse con quien le robó el corazón durante los días de contienda. Aunque ellos no lo saben, están suspirando por la misma mujer. Para la debutante Mariam Khatchvani, directora de Dede, la tragedia implícita en este punto de partida es solo una consecuencia particular de un problema más grande: el asfixiante peso de la tradición en una comunidad donde lo femenino no posee ningún margen de maniobra para transformar su destino. No es fácil llevarse bien con una película como Dede, que, en ocasiones, parece privilegiar su tesis por encima de la construcción de las identidades de sus personajes, pero Mariam Khatchvani sabe cómo ir desmontando, sin prisas, las reservas del espectador para demostrar que, bajo la superficie, había espacio para que se manifestaran las ambigüedades de lo humano.

La acción transcurre en un 1992 que, en realidad, parece una estación tardía de la Edad Media, con sus guerreros volviendo del campo de batalla y las mujeres, con la subjetividad y el deseo convenientemente negados, reducidas a mera mercancía. Khatchvani cuenta su historia a golpe de violentas elipsis, que obligan al espectador a tomar pie en diversos puntos del relato. Avanzado el metraje, Dede cede la voz a un personaje que verbaliza el fundamento racional de una tradición (la supervivencia), al tiempo que cuestiona su preservación. La tragedia de cámara era, en efecto, solo el punto de partida de una película que acaba desvelando el funcionamiento de un microuniverso, ahondando en sus sombras, pero también encontrando las frágiles luces del afecto.]

y también la del El Confidencial:

[……..Khatchvani mantiene cierto distanciamiento en el retrato de esta comunidad patriarcal donde las mujeres no tienen poder de decisión, los hombres marcan su voluntad de quedarse con una muchacha disparando al aire delante de su casa, y las viudas son obligadas a dejar los hijos con los padres de su esposo cuando las fuerzan a contraer de nuevo matrimonio. Una de las escenas más escalofriantes a este respecto es la del secuestro de la maestra por parte de su pretendiente, un acto agresivo dentro de una rutina que emanaba normalidad y civilización que, sin embargo, a ningún adulto sorprende. Ellas no tienen otro remedio que acatar si no quieren «provocar otro baño de sangre». Incluso el joven cura local le recuerda al segundo pretendiente no deseado de Dina que estas costumbres ya no tienen lugar en la sociedad contemporánea.

Khatchvani no pretende convertir a Dina en una heroína feminista. Sin la voluntad ni la consciencia de encarnar una ideología concreta, la muchacha muestra la valentía y fortaleza de intentar ser un poco más libre en un entorno opresivo para ella y sus congéneres. Cuando en la segunda mitad del filme la directora, aprovechando una vez más recursos propios del melodrama, presenta al marido no deseado por Dina desde una óptica más amable para la protagonista y para los espectadores, no quiere tanto justificar lo injustificable como entender las razones de unos y la necesidad de adaptación final de otras.]

Una vez nos hemos documentado sobre el argumento de la película, no nos resulta difícil interpretar la filmación. Al finalizar, la directora debe ejercer de madre y no puede participar en un pequeño debate, en el que el protagonismo lo toma su sobrino de 10 o 12 años, quien con toda soltura y manejando perfectamente el ingles, responde a las preguntas del grupo de senderistas de todo el mundo que esta noche hemos asistido a la proyección.

Por la tarde el guía, Davit, no ha acompañado a visitar la Iglesia de Lamaria. Una iglesia ortodoxa medieval ubicada a los pies de las montañas de Shkhara. Es sencilla con un salón simple, un ábside saliente y una girola, en cuyo interior apreciamos dos capas de frescos medievales, ciertamente deteriorados. Está incluida en la lista de monumentos culturales inamovibles de importancia nacional de Georgia.

Existe una leyenda local, que ubica en esta iglesia el escenario del asesinato del noble Puta Dchakelani, que intentó imponer su gobierno sobre la gente libre de Ushguli. Dice la leyenda que toda la aldea ayudó a tirar de una cuerda atada al gatillo de un mosquete, asumiendo la comunidad la responsabilidad del asesinato. También dice que las prendas de Puta se conservaron en la Iglesia durante mucho tiempo.

Actualmente es la sede de un obispo ortodoxo de Mestia y Zemo Svaneti.

Durante la visita se estaba celebrado la misa. Hemos intentado no molestar. Nos sigue sorprendiendo el fervor religioso, incluso en jóvenes. Parece unir el vinculo entre la religión ortodoxa y la identidad georgiana, que a lo largo del tiempo y pese a las sucesivas invasiones que han impuesto políticas para borrar su cultura, sobrevive entre los georgianos.

También hemos recorrido despacio el pueblo y nos hemos tomado unas cervezas junto al río en un bar de reciente construcción, con gruesas paredes de hormigón armado. El edificio anterior hace unos años ardió y no descartamos dada su proximidad al río, que alguno más antiguo no terminara arrastrado por alguna fuerte avenida. Mientras charlábamos se escuchaba el canto de un camachuelo del Cáucaso, un pajarito singular de estas montañas.

En esta sociedad ganadera la presencia de grandes perros mastines es constante. Son perros tranquilos, que sólo muestran agresividad cuando deben marcar su territorio ante la invasión de un perro vecino. Es cuando se muestran como auténticos lobos, en el que el perro dominante termina humillando al invasor, que se somete evitando daños mayores.

En una de las Torres Svan, una placa incrustada entre sus piedras de la pared exterior, recuerda a soldados de la localidad fallecidos en la segunda guerra mundial.

Tras la cena, Davit, dado el desnivel que mañana debemos ascender por una ladera completamente soleada, nos propone salir antes y aprovechar las horas más frescas del día. Su propuesta se acepta por unanimidad.

Cae la noche y el silencio inunda el pueblo, solo roto por los ladridos de los perros.

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