
Después de desayunar nos recoge la furgoneta de la ecogranja para trasladarnos a Mazeri. Ayer no fue necesario que Davit nos explicara las características de esta ruta. Todos la tenemos bien estudiada, porque es la más dura en desnivel y distancia. En algún momento nos hemos planteado renunciar a ella y apostar por la ruta alternativa que la organización nos propone acercándonos a la cascada de Mazeri, pero como dice el pdf que nos remitieron con las características del trekking, esta es la guinda del viaje. Y todos nos hemos decidido a terminarlo haciéndola. Queremos despedirnos al pie de las colosales montañas del Valle de Svaneti en el Cáucaso.

El perfil de WIKILOK de Jesús Sierra nos aporta el track y las características de la ruta.

Datos técnicos
Distancia total: 18.24 Km
Desnivel de subida acumulado: 1475.04 m Desnivel de bajada acumulado: 1594.53 m
Altura máxima: 2946.81 m Altura mínima: 1455.8 m
Altura en inicio: 1576.6 m Altura en final: 1455.8 m
Ratio de subida: 17.14 % Ratio de bajada: 16.83 %
Desnivel positivo por Km: 80.87 m Desnivel negativo por Km: 87.42 m
Tiempo total: 8:41:14 h Tiempo en movimiento: 5:29:40 h

Una vez llegamos a Mazeri, nos apeamos junto a una de las múltiples granjas que se extienden por el valle. Los campesinos están metiendo al granero el heno que han transportado desde el prado con una de esas pequeñas camionetas. Estos pequeños vehículos pueden parecer endebles, pero se mueven por estos caminos como el mejor todo terreno. Son las dos caballos que circulaban por los pueblos de España en la década de los años setenta del siglo pasado. Domingo se acerca para regalarle al niño, que esta junto a ellos, una de las últimas camisetas que le quedan, tal y como ha venido haciendo a lo largo de todo el viaje; tiene un corazón enorme.

Empezamos el camino, desde el primer momento ascendiendo, nos esperan 8 km, con desniveles de hasta el 33%. Seguimos el curso del río Gulichala, que desciende desde el glaciar del pico Ushba. Nos vamos alejando de él en unas praderas donde pastan un rebaños de vacas. Atravesamos un alojamiento turístico, un corral con un letrero que indica en ingles: horse rental. Bajo la sombra de unos árboles descansa un paisano con un caballo y nos ofrece alquilar su montura, pero nos sentimos fuertes y rechazamos la oferta.

En ese punto entre una maraña de arbustos se esconde una vieja ermita ortodoxa. A lo largo del viaje hemos atravesado varias de ellas y a ninguna de ellas hemos entrado. Necesitamos más tiempo para poder viajar más despacio y disfrutar de cada uno de los rincones.
La cuesta comienza a empinarse atravesando prados y laderas pobladas de bosque caducifolio, que conforme ascendemos dan paso a coníferas. Paso a paso llegamos a un pequeño repecho frente a la imponente montaña del Ushba. Unas casas de madera parecen ser refugio de pastores que a lo largo del verano permanecen con los ganados en la montaña aprovechando la hierba de estas laderas que dan el tono verde intenso a todo el paisaje que se extiende bajos las cumbres blancas de la cordillera..


En ese punto, el paisano que durante la subida nos ha adelantado cabalgando encima del caballo, nos espera sentado. Vuelve a ofrecernos la cabalgadura. Una compañera que sube despacio acepta el ofrecimiento, creo que pensando, lo que no es cierto, que nos esta retrasando el ritmo, más que en que sienta que no tiene fuerza para subir. Subida al caballo, del que tira del ramal el campesino, comienzan a ascender delante de nosotros marcando un ritmo del que nos sentimos incapaces de seguir. Delante de ellos van otros tres caballos con sus jinetes a los que acompaña tirando del ramal de uno de ellos el campesino dueño de las cabalgaduras. Esta mañana al iniciar el camino nos ha adelantado un coche, pensamos que son sus ocupantes los que los han alquilado.

Nuestra cima es el Guli Pass, a casi 3.000 m. de altitud. Nos observa el imponente pico Ushba de 4.710 m. En la pradera un rebaño de caballos y un perro que, como no, espera le demos una parte de nuestro picnic. Chabier mira la loma que se eleva entre nosotros y la montaña blanca, estará a 3.200 m. Sin duda estos paisajes son los ideales para localizar o escuchar el canto de lagopodos de montaña. Le quito la idea de intentar aproximarnos a esa cumbre, todavía nos queda el largo descenso hasta llegar a Mestia. Vamos a contentarnos con escuchar y observar los vuelos de las chovas piquigualdas.

La senda baja por una interminable falda de la montaña, atravesando diversos barrancos donde todavía se conservan acumulaciones de nieve y hielo, que caen hacia el rio Pushkueri, afluente del río Mulkhra que atraviesa Mestia.
Toda la mañana nos preguntamos porque hoy David porta en la mochila un piolet. En varios barrancos que atravesamos todavía se mantienen los neveros, que en algún momento hemos de atravesar. Conforme los cruzamos, la tierra del repecho entre el hielo y la senda se hace resbaladiza, Davit con su piolet se encarga de picar unas pequeñas escaleras que facilitan la subida y evitan resbalones.

Llegamos a un mirador sobre Mestia, con una visión de todo el valle, a nuestros pies varios cientos de metros abajo se extiende el pueblo a ambos lados de la carretera. Miramos la gran cordillera y nos sentimos observados por las cumbres del Ushba y el Tetnuldi. Los eternos amantes campesinos parece querer despedirse de nosotros y nosotros de ellos. Recordaremos el perfil de sus cima y laderas, sus impresionantes glaciares. Por supuesto la leyenda del valle que inspira su origen.

Todavía nos queda descender a Mestia. Lo hacemos siguiendo una empinada senda por el interior de un bosque mixto de vegetación caucásica que nos va acercando al pueblo. Llegados a él tomamos una cerveza para celebrar nuestro viaje, antes de subir a la furgoneta que nos lleva de nuevo a la ecogranja de Latali. Hemos de cenar y preparar la mochila para mañana en que emprendemos el regreso a casa.
