CAMINO DE SANTIAGO: SAN JEAN PIED DE PORT – PAMPLONA

Hace treinta y cuatro años inicié un sueño del que aún no he despertado. Un sueño real en el que conviviendo con la mujer que amo me he ido descubriendo a mi mismo, consolidado mis valores y creciendo junto a nuestros hijos con quienes revives  el renacer de la vida. Y el ciclo comienza de nuevo con el nacimiento en este año 2025 de nuestra nieta Celia.

Aquel camino que emprendimos  por el antiquísimo camino francés a Santiago de Compostela, que concluyó en Noia y Finisterre, no ha dejado de extenderse. Desde allí retomamos a nuestra vida por la que hemos continuando  haciendo senda.

Aquellas notas manuscritas ilegibles que  en aquellos días tome, que han permanecido inmóviles durante estos años,  comienzan a moverse para ser  el hilo conductor de lo que hoy escribo.

Hoy,  quizás, entiendo que algún día este sueño deberá reposar  en el reino de los sueños. No me importa mucho donde al final lleguen mis cenizas ni el lugar de donde comiencen a volar;  eso sí, que sea un lugar entrañable para quien las lance y que en él encuentren un motivo.

No hay prisa ni por mi parte, ni se la quiero meter a  quien contraiga  esa misión. Es importante que no sea una carga y que encuentre en esa experiencia hitos que le guien. Vivir es saborear cada momento que se respira. Solo se consigue estando en paz con las gentes que te rodean y con la tierra que te da cobijo.

Yo he envejecido. María Jesús ha madurado pero conserva la simpatía y bondad de cuando la conocí. Completamente transparente, sin filtros para evitar conflictos. Por ello y porque el tiempo siempre le da la razón, siempre la tenemos en cuenta para vencer la ortodoxia con que a veces nos cerramos en nuestros dogmas. 

No puedo olvidar al resto de la familia  que, antes de este viaje y después, siempre me han aportado el apoyo necesario para sentir seguridad en esos valores que independientemente del giro que le des a tu vida siempre deben regir tus actos y acciones.

Tampoco olvido a los amigos Algunos sin noticias desde hace años. En uno  o en otro momento aportaron su experiencia para enriquecerme con sus sabios consejos. No quiero citar nombres, porque estáis todos ahí y un olvido podría significar lo que no es. Todos los días recuerdo una u otra experiencia y todas son un regalo para sentir que esta vida ha merecido la pena. Algunos ya os despedisteis, en algún caso demasiado jóvenes. La mirada en el tiempo me muestra que vivisteis rápido e intenso intuyendo la brevedad.

Aquel nuestro primer Camino De Santiago, se inicio dos días después de nuestra boda en Roncesvalles. Transcribo las notas tomadas en el diario:

[Zubiri, 17  de Junio de 1991

Javier de Pablos un verano, entre 1982 y 1985, junto a un joven maestro de Montalban (Teruel), emprendió el Camino de Santiago. A su regreso nos embrujó  con su experiencia. Me pasó el testigo de la guía del peregrino de la editorial Everest, edición de 1985, escrita por Elias Valiña Sampedro y su equipo.

Después vendría la lectura de Los Pilares de la Tierra, el regalo del libro El Hijo del Trueno por parte de Jose Manuel Nicolau.

El día después de la boda, el 16 de Junio de 1991, Jose Antonio Dominguez y Ana nos han llevado a Zaragoza. De la capital maña en autobús nos deja en Pamplona. Y desde la estación de autobuses un taxi nos acercó a las  siete de la tarde de ayer hasta la Colegiata de Roncesvalles. Hablando con el taxista conozco el proyecto del embalse  del Valle de Aoiz , contemplando esos magníficos paisajes, siento la amenaza  que terminaría anegando sus bosques, su paisaje, …. su cultura. 

Primer día de marcha, llevamos e paraguas rojo y la credencial que ayer, previa entrevista nos entregó el capellán de la Colegiata. No nos deslumbran todavía las  grandes obras de los constructores pirenaicos. Sólo Roncesvalles, e incluso aquí, quizás por que el tiempo y sobre todo las guerras destrozan vidas y obras,  sólo podría salvarse la Ermita de Santiago, con su Crismón, el resto queda desdibujado en modelos arquitectónicos más cercanos al siglo XIX, porque la guerra de la independencia de 1808 arrasó estos lugares.

Antes de emprender el viaje hemos subido hasta el puerto de Ibañeta. No nos ha permitido contemplar  su paisaje, las nubes y niebla nos impiden  ver más allá del monumento a Roldán y a la Virgen de Roncesvalles.

El Camino hasta Zubiri ha sido agradable atravesando campos de tipología pastoril, de casas navarras aisladas y prados, pero también con la dureza del primer día caminando por sendas de montaña, sobre todo al descender  y dejar los prados para adentrarnos en barrancos con  bosques de haya y robles, según altitudes también pinares silvestres, coronando puertos como Merquiru y Erró, que separan estos suaves valles navarros.

Hasta Zubiri  no hemos encontrado comida, pues Viscarret estaba con la tienda cerrada a las dos de la tarde. En Zubiri nos quedarnos en la Fonda a la entrada del pueblo y antes de cruzar el Puente de Rabia, que gestiona una señora mayor que nos atiende con gran cariño . De momento sólo encontramos gratitud y cortesía en las gentes que nos  dan o venden cobijo. Ayer el padre Jose Luis Salas en Roncesvalles y hoy esta buena mujer en Zubiri.

Ayer cenamos en la Posada de Roncesvalles, donde nos dijeron que querían retirar el menú de peregrino. Podemos contar con los dedos de una mano los peregrinos que hemos iniciado el camino.

Maria Jesús camina como una «hormiguita”, despacio y constante. Se ha recuperado de la infección de oídos que tras un día demasiado atareado en esta fiesta social de celebrar nuestro compromiso con quienes queremos  y sentimos unidos, antes de emprender el viaje nos hizo pasar por urgencias de Teruel, como paciente, y no como compañera de esa sección del Hospital de Teruel, donde trabaja como enfermera. Yo he soportado el dolor de los pies y los momentos de cansancio, que han sido fuertes, de ahí que el esfuerzo de ella no ha sido menos.

Mañana nos planteamos   llegar a Pamplona, por la  vera del río. Nos anima la orografía, que sin montañas, siguiendo el cauce del Arga, pronosticamos que sea un agradable paseo.

Pamplona, 18 de Junio de 1991

Siguiendo el valle del río Arga entre setos de robles, avellanos, arces, majuelos, llegamos a Trinidad de Arce, no sin antes perdernos ante una nueva carretera que no respeta El Camino. Trinidad es un modelo de vida de Paz en su arquitectura y su entorno.

A partir de ahí y hasta Pamplona, es un continúo penetrar en el paso del tiempo, en el modelo de vida del que huimos y que después de dos días caminando por bosques habíamos ya olvidados. El camino nos muestra como convergen diversos modelos de entornar la vida y hemos de ser nosotros quienes  elijamos atendiendo a la humanidad, la naturaleza…

En Pamplona una acogida  entrañable en el albergue de Amigos del Camino -también casa de acogida de mujeres maltratadas-. C/Blas de la Serna 38- 1º. Una hospitalidad que nos hace afrontar con optimismo de nuevo el camino. La misma hospitalidad que salvo excepciones hemos ido encontrando en los paisanos, el señor del Circulo Católico de Villaba, donde hemos comido, etc. Sin olvidar  la impresión que todavía hoy conservamos en el recuerdo de entrar en su casco antiguo, por las calles que pocos días después  recorren los encierros de San Fermín.

Zubiri y su casa de labranza, lo recordaremos muy especialmente esta pareja de recién casados.  La sencillez y humildad de la casa, que recordaba los tiempos en que ademas de hospedar a personas, debía dar cobijo en las cuadras a las caballerías. Unas paredes que nos aportaron el calor   para entregarnos y descubrirnos el uno hacía el otro. Este camino marca un giro a nuestra vida a lo largo de los próximos años.]

Treinta y cuatro años después emprendemos de nuevo el camino comenzando en San Jean Pied de Port. En esta ocasión nos acompaña nuestra hija Alicia. Nos orienta la vieja guía del camino que me entregó hace años Javier de Pablos.

Ayer las calles de Pamplona estaban rebosantes de gentes tomando tapas en las calles Estafeta y Mercaderes, en los aledaños de la Catedral. El barrio de Santo Domingo celebraba fiesta y la verbena invitaba a bailar.

El día 9 de Agosto desde Pamplona el autobús nos lleva hasta San Jean Pied de Port, el inicio del Camino en tierras francesas. Es mediodía. Comemos en un restaurante de las calles de este viejo pueblo en el que sus calles están repletas de turistas, muchos de ellos peregrinos, como nosotros, de diferentes nacionalidades.

Paseamos a lo largo de la Rue d’Espagne, para llegar hasta el centro de acogida donde recogemos la credencial de la mano de voluntarios hospitaleros, que seguiremos encontrando a lo largo de los albergues, muchos de ellos procedentes de diferentes puntos de Europa. Retomamos el paseo por la calle tras cruzar el puente que salva el río Nive, y alcanzamos la puerta de entrada en las murallas antiguas. Dejamos para otra ocasión acercarnos a St. Jean le Vieux, pasando por el caserío de Etchebestia, donde un rugoso y viejo castaño orienta como mojón.

Comenzamos a andar por una pequeña carretera, siguiendo la vía de Napoleon y los puertos de Cize. Un camino que no para de ascender y nos lleva hasta Untoo, caserio principal del barrio de Arbosa de Sait-Michel. Aquí, en el Albergue Ferme Ithurburua, hemos decidido pernoctar. Han sido 5 km. de un considerable desnivel de casi 400 metros de ascenso, lo que nos facilitará afrontar mejor la etapa de mañana hasta Roncesvalles. A pesar del fuerte calor, nos ha resultado agradable el paseo atravesando las casas de los campesinos que trabajan con sus ganados los pastos en pequeñas parcelas rodeadas de setos, paisaje denominado «bocage«. Rebaños de ovejas que proporcionan la leche para elaborar los ricos quesos del lugar.

En el albergue coincidimos con un peregrino francés, una alemana, y una familia que esta pasando el fin de semana en el campo. La cena es agradable al igual que el desayuno que tomamos por la mañana.

Amanece el día 10 de Agosto con brumas de niebla que inundan el fondo de estos pequeños valles. Unos valles habitados y con actividad ganadera que favorece la conservación de estos paisajes bucólicos que nos inspirar armonia. Hace fresco a las 7 de la mañana en el que comenzamos a ascender hacia los puertos de montaña. Seguimos las flechas amarillas del Camino, que coinciden con las del GR65, roja y blanca.

Encontramos el refugio de Orisson tras 2 km. de ascenso, hemos superado casi 300 m. de desnivel. Aquí se ubicó el priorato de Santa Maria Magdalena, dependiente de Roncesvalles y de la Abadía de Lahonce -Carlos III de Navarra le eximió de pagar impuestos por la ayuda que ofrecían a los peregrinos-.

El ascenso continúa hasta la peña donde se ubica la Virgen de Biakorri, protectora de pastores. Y seguimos subiendo hasta la Cruz de Thibault, que nos lleva hasta el collado oeste del Leizar Atheka. Estamos casi en el Collado Lepoeder (1.410 m.), la altitud máxima que vamos a alcanzar. A pocos metros encontramos la Fuente de Roland, último punto de aprovisionamiento de agua que encontraremos hasta Roncesvalles y que nos introduce en territorio español de Navarra. En este tramo atravesamos un bosque de hayas, siguiendo la senda por la ladera en la que apenas encontramos desnivel, lo que nos da un respiro a la marcha.

Desde el collado Lepoeder iniciamos un fuerte descenso de casi 5 km. hasta la Colegiata de Roncesvalles. Han sido casi 20 km. 15 de ellos de ascenso con un desnivel de 1000 metros subiendo y 500 bajando.

Nos alojamos en el albergue de la Colegiata. La afluencia de peregrinos es constante a lo largo de toda la tarde. Afortunadamente en esta visita que hemos realizado 34 años después, los peregrinos  han revitalizado el turismo para beneficio de hostales, restaurantes, albergues. Comprobamos que se mantiene la tradición de ayudarles en su viaje al Atlántico, manteniendo La Posada el menú de peregrinos. Al igual que hicimos entonces asistimos a las 6 de la tarde a la misa de peregrinos, con bendición para creyentes y no creyentes en una ceremonia muy emotiva.

Durante la cena en la posada, con el vale que nos has dado en el albergue, nos reúnen a los peregrinos en mesas redondas lo que facilita el contacto y la comunicación de quien estamos haciendo El Camino. El almuerzo de la mañana también será así. Nos deseamos «buen camino».»Ultreia» en la tradición, un más allá en el que nos deseamos volvernos a ver.

A las 7 de la mañana del día 11 de agosto somos casi los últimos en dejar el albergue. Tras el desayuno iniciamos de nuevo El Camino. Miramos atrás para despedirnos de la Capilla de Santiago, dejamos a un lado la Cruz de Peregrinos mientras atravesamos un denso hayedo. Cruzamos las calles de Burguete, Espinal y atravesamos el Alto de Mezquirriz cubierto de setos de avellano, majuelos y rosales silvestres. La senda nos conduce hacía Viscarret y Lizoain donde iniciamos el ascenso al Alto de Erro. Hemos atravesado el valle de Erro cruzando pequeños arroyos que salvamos a través de grandes losas a modo de puente entre las dos orillas.

En el Alto de Erro se suaviza el desnivel de la senda. Andamos por la sombra que nos proporciona un bosque de robles y pinos silvestres. Al cruzar la carretera N-135 iniciamos el fuerte descenso hacia Zubiri. Los estratos verticales y erosivos arrugan el camino y dificultan la marcha al pisar las piedras irregulares que cubren el trayecto. De cuando en cuando hemos de abrir portillos que separan campos y evita la huida del ganado.

Al llegar al río Arga el puente Rabia nos permite cruzar las aguas para entrar en el pueblo de Zubiri. Hemos llegado al Valle de Esteribar. Han sido 22 km con un desnivel del ascenso de casi 600 metros y otros tanto en la larga bajada hasta aquí.

Lo primero que hacemos es comer en una tasca a la entrada. Después nos alojamos en el albergue Palo de Avellano y descansamos. El pueblo está ocupado por los peregrinos que a lo largo de la tarde nos refrescamos en la aguas del río.

A la entrada del pueblo antes de cruzar el puente Rabia están restaurando la antigua fonda, aquella que nos dio alojamiento en el viaje de 1991.

Antes de retirarnos llega emocionada una joven asiática que esta mañana hemos visto arrastrado una gran maleta ¡Lo ha logrado! No sabemos como ha podido avanzar por los caminos tirando con la cintura de la pesada carga tan sólo ayudada de las pequeñas ruedas que facilitaban el rodamiento.

El 12 de agosto de nuevo iniciamos nuestra última etapa en otro día de mucho calor en el que como en días anteriores al mediodía llegaremos a alcanzar casi los 40 grados de temperatura. Vamos a seguir el rio Arga a través de su bosque galería en las orillas, en ocasiones nos sorprende el canto del mirlo de aguas sobrevolando sus aguas. Atravesamos pequeñas aldeas de arquitectura tradicional de piedra, cada una con su ermita o iglesia. Osteriz, Ilarraz, Larrasoaña, Aquerreta, Idoiz, Zuriain, Iroz, Zabaldica. Cruzamos varias veces el río por puentes de origen medieval.

En Itugaiz se ofrece la posibilidad de seguir un paseo fluvial del Río Arga, que lleva a Pamplona. Nos tienta tomarlo para beneficiarnos de la sombra de los árboles, pero decidimos continuar por el camino histórico.

Al llegar a Zabaldika ascendemos hasta la Iglesia de San Esteban. Vieja Iglesia del siglo XIII que conserva su estructura original.Nos acoge un voluntario hospitalero que nos facilita información y nos invita a subir a tocar la campaña más antigua de Navarra. Es la más pequeña, que está hecha de bronce. Dicen que perteneció al monasterio de San Salvador de Asiturri, que existió en tiempos pasados justo enfrente, al otro lado del río Arga. Esta campana está datada en el año 1377 y su sonido es descrito como realmente hermoso. El interior de la Iglesia, además de su retablo, muestra una pequeña exposición de fotografías del Camino, acompañadas de textos redactados por peregrinos.

La senda, en ocasiones flanqueada por setos y arboles que nos libran con su pequeña sombra del sol abrasador, que a las doce del mediodía comienza a ser asfixiante, nos dirige hacia el Señorío de Arleta. Se ha iniciado su restauración y parece dedicarse ocasionalmente a organizar eventos.

Cruzamos por un paso subterráneo la carretera PA31, que en 1991 se estaba construyendo. Al traspasar el collado abandonamos el Valle de Esteribar para descender hasta el río Ulzama. Un puente medieval facilita el paso para llegar a la Ermita de la Trinidad de Arce.

Ya estamos en la ciudad. Atravesando las calles de Villaba y Burlada alcanzamos el puente de la Magdalena que nos ayuda a cruzar el río Arga a las puertas de la muralla de Pamplona, en la que entramos por el Portal de Francia. Han sido 22 km. con 664 metros de ascenso acumulado. Agotados, pero contentos.

Encontramos en sus calles peregrinos que hemos conocido durante estos días. Algunos continuaran El Camino. Nosotros hacemos una pausa sin fecha para reemprenderlo.

Sentimos el deseo de seguir andando.

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