DESPILFARRAR EL DINERO PUBLICO Y NO MORIR EN EL INTENTO

Desde finales de la década de los años setenta del siglo pasado se abandona la actividad agraria en las tierras del entorno de la Casa Grande de Escriche. Dejan de labrarse las tierras y a partir de ese momento únicamente se desarrolla la actividad de ganadería extensiva y de caza. Tampoco se realizan cortas de madera.

Unos pocos años antes las tierras del fondo del valle fueron plantadas con chopo para producir madera.

El espacio ofrece la posibilidad de ir observando como revierte el territorio hacia formas naturalizadas una vez que la actividad humana deja de actuar.

A simple vista observamos las umbrías con un pinar (Pinus sylvestris) y en las solanas una regeneración de sabina (Juniperus thurifera), junto a pies de pino negral (Pinus nigra) y encina (Quercus ilex), en los bancales aterrazados que dejaron de cultivarse, relevando a las aliagas (Genista sp.), que fueron las primeras en colonizarlos.

La plantación de chopos mantiene pies con un crecimiento desigual y un aclareo natural con la muerte de muchos de ellos. Junto al arroyo se conservan algún viejo pie de Populus nigra y alguna pequeña sauceda. También, como testigos de las huertas cultivadas en su día nos queda algún ejemplar de manzano y de azarollo.

Intuimos el proceso de regeneración que siguen estas tierras. Probablemente pasaran varias generaciones en el tiempo de la vida humana para llegar a un estado de madurez, eso si en el transcurso del mismo no se produce una nueva perturbación que no solamente reinicie el proceso, si no que en las nuevas circunstancias lo oriente en otra dirección. Es rápida la capacidad humana para ocasionar grandes cambios y lenta la reversión

Hace unos años la Diputación Provincial de Teruel inició un proyecto para evitar la ruina a la que abocaban los edificios históricos de la aldea de Escriche. El objetivo era convertirlo en un complejo hotelero. Su paralización tras la inversión de varios cientos de millones de euros destinados a la compra de la finca y el inicio de las obras, no sólo ha dejado todo a mitad de hacer, sino que el abandono y el olvido vuelve a dejar caótico este patrimonio arquitectónico. Un esqueleto de cemento que pretendía ser un hotel es la nueva incorporación al paisaje. Queda una restauración de la Casa Grande de Escriche no concluida y en la que resulta difícil encontrar elementos que nos recuerden su pasado. La Iglesia de San Bartolomé sigue cayendo, en ocasiones forzada su puerta se abre al expolio de lo queda, como alguna peana con la figura del Santo y alguna imagen del niño Jesús entre las maderas carcomidas de viejos muebles con cajones donde debieron guardarse en su día los hábitos del cura. Las casas de los masoveros y los corrales han desaparecido. La restauración de la Ermita de la Epifanía, antiguo cementerio, ha quedado reducida a la recuperación del tejado, la falta de una puerta que evite la entrada del ganado a su interior crea la incertidumbre de que, como el resto de los edificios, termine derrumbándose junto a la inversión realizada en el intento de recuperarla.

Es precisamente la restauración de la Ermita de la Epifanía la que hace unos años conllevo levantar los enterramientos realizados durante varios siglos. Los arqueólogos iniciaron con ellos un estudio que mostraría la calidad de vida de los habitantes en diferentes etapas históricas. El proyecto contenía la devolución de los restos y levantar un memorial donde se reflejará los nombres de los fallecidos registrados.

Es triste comprobar el despilfarro de dinero público dejando en el abandono un lugar que bien podría ser un museo natural en el que conocer un trozo de nuestra historia y donde reencontrarnos con el medio natural. Con el olvido y el silencio se esconde la responsabilidad de conservar esta propiedad publica.

El año pasado inicie en la finca un transecto de seguimiento de mariposas encuadrado en el proyecto europeo BMS España. Es mi intención continuarlo en los próximos años. Con los datos obtenidos hasta la fecha ya hemos encontrado la presencia de una pequeña población de Erebia zapateri y de Euphydryas desfontainii, junto a varias decenas de especies de mariposas. Es una muestra de la riqueza de biodiversidad que nos rodea y que necesitan inventariarse, al menos para constatar su desaparición por nuestra mala gestión en el territorio, en la que olvidamos tanto la conservación del patrimonio cultural como la del medio natural.

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