
Ha desaparecido la capa de nieve que días pasados cubría las lomas de la Sierra del Pobo, pero hoy siguen blancas. Las nubes y la niebla cargada de humedad choca contras las laderas orientadas al norte y el gélido viento congela las gotas de agua que se depositan en el suelo, en las hojas de los tomillos y espliegos, en las copas del pinar.
Desde el Puerto de cabigordo descendemos hasta el barranco de Santa Maria, para cruzarlo y llegar a los corrales de La Pila. Por esta zona a finales de julio del 2009 se desencadenó un incendios forestal que arrasó unas 1000 hectáreas. Apenas quedan como testigo el esqueleto de pinos y sabinas quemados. También ha quedado algún fuste vivo con el tronco horadado, como aquellos de los que en tiempos se extrajeron astillas para encender el fuego o iluminar con el candil la masada, pero en estos no ha sido la hachuela sino el fuego quien ha herido el tronco. El suelo se ha cubierto de espliegos y tomillos, y sobre todo la humilde aliaga, de la que decía José Manuel González Cano en su libro Historias del bosque y guía del naturalista de forestas: Para muchos terrenos de Aragón, castigados durante siglos por quemas y ganados, el aliagar es la nueva piel que cicatriza y genera el bosque.
Fue por estos lugares, cuando desde la parideras descendemos había el Barranco del Peral, donde hace unas décadas entre la densa espesura de la repoblación, hoy desaparecida, tuve mi primer encuentro con el corzo, que por entonces comenzaba a colonizar estas sierras.

Descendemos el barranco saltando entre las marmitas de gigante que el agua esculpe en el fondo de estos torrentes de montaña cuando las fuertes tormentas de verano generan un torbellino c que rompe y arrastra las rocas. Llegamos a un último salto que no nos permite continuar y debemos enriscarnos por la pared hasta encontrar un paso que nos permita regresar al fondo. Al igual que nosotros entre las grietas han quedado como testigos algunos pies de acebo, relictos de otros tiempos en los que otra vegetación debió ocupar estos lugares favoreciendo el desarrollo de caducifolios como los arces de montpelier o los cerezo de Santa Lucía, de los que también quedan relictos, que bien pudieran acompañar la orla del bosque de quejigos y encinas.
Debemos de nuevo volver a salir al encontrarnos un nuevo salto encajando el cauce en un estrecho agreste e intransitable. Siguiendo una pista de trabajos forestales alcanzamos la Masada de Mas de Tarin. La retroexcavadora ha arrasado las ruinas en que había quedado la casa, junto a los recuerdos que transmitía. Hace unos años en una entrada de este blog narraba los sentimientos que me inspiraba entra en ella, acompañados de algunas fotografías que tome de las ruinas. La arquitectura tradicional de las masadas, los pajares, las parideras de tiempos no muy lejanos en los que estas tierras estaban ocupadas por una población dispersa en estos núcleos, esta desapareciendo y la vamos a perder, en muchas ocasiones sin ni siguiera haberlo recogido el testimonio gráfico de los restos. El éxodo rural, el abandono, la falta de presupuesto para su recuperación y conservación están provocando que se desplomen, o como en este caso, imagino que para evitar responsabilidades, se arrasen.
Un rebaño de cabras monteses, ya en celo, acompañadas de algunos jóvenes machos, se cruzan camino del Aprisco Bajo. Estos edificios se construyeron en la década de los años setenta por el Patrimonio Forestal del Estado, para guardar los bueyes que se utilizaban las repoblaciones forestales. Mecanizádas estas labores el lugar se dedicó a la cria de ganado selecto. Hoy en proceso de ruina, sirven de abrigo a la cabaña de vacas serradas ibéricas que pastan durante el verano. Quien sabe que futuro le espera a estos edíficios.

Por el Barranco del Rubio alcanzamos el núcleo del mismo nombre, donde la administración aragonesa, propietaria del monte, ha tenido a bien invertir en restaurar los edificios, con refugio para caminantes y puntos de apoyo a la gestión ganadera y cinegética que se desarrolla actualmente en el monte. Antes de salir de él se cruzan dos hembras de corzo.
Ascendemos por la ladera hacia el Collado de la Umbria Negra. Tras el incendio en algunas zonas se ha iniciado la repoblación con pino silvestre, acompañado de algunos serbal y quejigo, que comienzan a despuntar lo que será el nuevo bosque. Aunque en su mayoría la ladera dedicada a pastizal se ha poblado de masas de endrinos y rosales, recuperando la vocación silbo-pastoril de estos predios.
Desde el collado alcanzamos el PR. del Camino de los Pilones entre Corbalán y El Pobo, que nos lleva al punto de partida atravesando estos páramos donde desde hace diez años realizamos el seguimiento del Erodium Celtibéricum.
