
Cuando visito una macrociudad como Barcelona me crea grandes contradicciones.
A lo largo de historia la concentración de las inversiones ha movilizado la economía y en torno a ella la llegada de nuevos habitantes. La ciudad crece, envejece y se extiende. Encontramos su evolución en el urbanismo.
Llama la atención edificios como el de la imagen de la fotografía, una industria textil que apenas sobrevivió unas décadas, pero a la que se destinaron enormes esfuerzos como muestra el valor arquitectónico de sus edificios. Actualmente, se ha reconvertido y alberga diferentes edificios administrativos y educativos.
En la ciudad observamos los mayores niveles de desigualdad. La falta de equidad de un modelo en el que conviven aquellos amasan grandes fortunas y los que no tienen nada.
Ibn Jaldún en su Introducción a las historia universal señala: «que los nómadas del desierto, en búsqueda de las comodidades de la vida sedentaria, crean la dinámica original de la urbanización de la cual se apropian a continuación gobernantes y dinastías poderosos, quienes a su vez fomentan el florecimiento de las ciudades gracias a la seguridad que proporcionan. No obstante, dado que la autoridad llama al lujo, la decadencia acaba haciendo acto de presencia al tiempo que la solidaridad de grupo disminuye y los individuos, mediante la acumulación de riquezas e influencias, debilitan el poder ejecutivo. De este modo, los sistemas se vuelven frágiles y fragmentados, y acaban desbancados por otras formaciones. Por primera vez en la historia, se trata de un proceso que se da a escala global. Las grandes ciudades y macrociudades se forman cuando los habitantes del entorno rural de toda Eurasia, África y Sudamérica abandonan el campo subdesarrollado y emigran hacia los centros urbanos. Las ciudades se encuentran con urbanizaciones difíciles de gobernar desde un despacho, se constituyen barrios de chabolas y comunidades vecinales autosuficientes, con lideres locales a menudo motivados por ideales ideología que tiene su origen en otro lugar«.
La ciudad simboliza la libertad individual. Fomenta la creatividad tanto cultural como tecnológica. Permite la diversidad. Pero no es sostenible en cuanto que depende del exterior para abastecerse de energía, de alimentos….. incluso de nuevos habitantes que llegan al reclamo de encontrar los huecos del ecosistema social y económico que quedan libres por el propio envejecimiento, por la continua transformación. Se sostiene con una política colonial sobre su entorno cercano y lejano.
Se sobrepone al individuo frente a la Comunidad. Delegamos la gestión del interés general en manos de quienes utilizan lo público para mejorar sus interés personal.
También existe una masa social, movimientos vecinales, que se movilizan para romper esa dinámica y crear espacios más humanos, más solidarios, más habitables.
Una necesidad urgente cuando mirando a la calle ves personas desacopladas que han perdido todo, no sé si también la dignidad. La dignidad que nosotros perdemos cuando al pasar a su lado los invisibilizamos.
