ISLA CHILOÉ

Ayer llegamos a Castro. Viajamos en autobús desde Valdivia a Puerto Mont. Atravesamos  estos paisajes chilenos que te enamoran: la enorme cordillera, extensos camposde prados y bosques, lagos con infinidad de aves acuáticas….. conforme nos alejamos de Valdivia nos fuimos despidiendo de la Selva Valdiviana, aunque en Chiloé vamos a reencontrarnos de nuevo con ese ecosistema.  Lamentamos no poder saborearloa nada más que desde la mirada  desde la ventanilla de nuestro transporte.

Al llegar a la  ciudad de Puerto Mont  abandonamos la naturaleza, para embullirnos en el torbellino de su  urbanismo, el frenesí de las gentes  y sobre todo el tráfico infernal. No tenemos mucho tiempo, es mediodía y queremos llegar de día a la Isla de Chiloé.  Decidimos salir y lamentamos no recorrer sus calles, acercarnos al mercado de Angelmo, a la zona del puerto, o simplemente escuchar las conversaciones de la gente mientras viajan en los pequeños autobuses. Recogemos  en aeropuerto el coche de alquiler en dirección  al embarcadero de Pargua desde donde debemos tomar  un barco que nos cruce el canal de Chacao. El coche elegido, comprobamos que es demasiado pequeño y nos cuestaa ubicarnos junto a las maletas, pero nuestra idea es utilizarlo lo menos posible, para  andar y sentir en el rostro a la gente que nos rodea.

La isla grande de Chiloé nos recuerda al paisaje gallego español. Una semejanza que después  seguiremos  identificando  con el carácter de sus habitantes: reservados, superticiosos, cariñosos… . Una carretera, la ruta 5 panamericana, atraviesa la isla de Norte a Sur. Vemos desvíos interesantes a Iglesias, a espacios naturales como el sendero de Darwin….  Pero nuestro destino es Castro, a escasos kilómetros se encuentra el municipio de Nercón donde se localiza el camping donde hemos reservado una cabaña de madera con vistas a una ensenada  donde las mareas oscilan y  dejan el océano o las playas descubiertas. Se trata de las Cabañas Piedra Blanca. Lo gestiona un profesor de matemáticas jubilado. Tras cesar en su trabajo que desarrolló en la Patagonia, decidió  ubicarse en esta zona tan tranquila y con el encanto de la costa; para amortizar su inversión y garantizarse unos ingresos a su pensión, imagino que decidió aprovechar su terreno con este negocio, en el que además tiene la oportunidad de relacionarse, y en el que los clientes nómadas encontramos durante unos días nuestro hogar. Es muy amable, incluso  nos deja su casa para que Alicia y Mar  utilicen la wifi para enviar unos trabajos que deben entregar estos días en la Universidad. Todos los días disponemos de madera seca en la puerta de la cabaña, tan nececesaria para enceder la estufa que nos caldea el ambiente cuando al llegar la noche y empieza a refrescar.  

La isla Chiloé fue colonizada por los españoles cuando todavía no controlaban la Araucania o la Región de los Lagos. Dependían directamente del Virreinato del Perú, por su lugar estratégico para el comercio. Los Jesuitas la evangelizaron, y  como huella de su presencia están sus numerosas iglesias de madera de alerces. Tras su expulsión en 1767, tomo el relevo la Orden Franciscana.

Aquí, también la población emigró masivamente en busca de una oportunidad. Alguna gente nos dice que,  por su capacidad de trabajo y honestidad,  muchos de ellos asumieron el trabajo de guardas de grandes latifundios en la zona continental de Chile, a cambio del usufructo de una pequeña vivienda y un pequeño terreno donde  cultivar. 

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