
Hemos dejado esta mañana nuestro hogar junto a la ensenada. Sabíamos desde el principio que era una estancia temporal, que ese, a pesar del maravilloso paisaje, no era más que un lugar donde pasar unos días de vacaciones: a pesar de la brevedad, hemos disfrutado del sueño. Hoy iniciamos el regreso a Santiago de Chile. Visitaremos las pinguineras de Puñihuil para luego, después de cruzar al canal de Chacao y llegar de nuevo al continente, dormir en Puerto Varas. Mañana a primera hora tomaremos el vuelo desde el aeropuerto de Puento Mont.

Tras cruzar de nuevo la isla por la panmericana, en esta ocasión desde el sur hacía el norte, en Arcud tomamos una estrecha carretera durante 10 kilómetros para llegar a la bahía Puñihuil. Una playa con varios restaurantes y creemos que cada uno con una empresa de barcazas para visitar las islotes cercanos donde anidan los pinguinos. Es una reserva que sólo puede visitarse acercándose a las orillas en los botes, sin poder desembarcar, como medida de protección. Han preparado unos carros elevados, con los que nos suben a las barcazas sin que tengamos que mojarnos en el agua para llegar hasta el punto donde están las lanchas, lo más cerca que pueden aproximarse sin quedar embarrado su casco en las arenas. Nos acompaña un guía con una buena formación para introducirnos en este espacio natural y conocer sus singulares valores naturales. Nuestros compañeros de aventura son un grupo de austriacos jóvenes. Es el inicio de la primavera y todavía no han llegado el grueso de la población que nidifica, pero afortunadamente ya se han instalado unas pocas parejas vestidas con su frac, que se pasean entre las rocas con su peculiar paso.

En este lugar conviven dos especies de pinguinos: la de Magallanes, que habita las costas del Sur y la de Humboldt las del Norte. Junto a ellos varias especies de cormoranes, patos singulares de estas latitudes, pelicanos y varías familiar de lobos marinos, que permanecen tumbados en las rocas tomando el sol.

Hasta hoy las aves que hemos avistado en Chile han sido de colores muy distintos a los que solemos ver en España, pero con perfiles muy parecidos a rapaces, fringílidos, pinzones….. Aquí en Puñihuil saboreamos sentir una fauna que hasta hoy sólo habíamos visto en los documentales o el oceanografic de Valencia. Son especies únicas de estas latitudes, con las que quizás nunca volvamos a encontrarnos. También es verdad, que nosotros gente del interior, no conocemos la fauna de los litorales, y allí, en Europa, tenemos pendientes acercarnos a los acantilados del océano y saludar a frailecillos y otros pájaros que en nuestra vida tampoco hemos observado en vivo.

Regresamos tras un par de horas navegando alrededor de los islotes. Antes de partir tomamos unas empanadas de locos, acompañadas de un fresco vino blanco chileno. El restaurante, poco a poco, se va llenando de grupos que acceden a una visita gastronómica que complementarán con la navegación en torno a los peñascos para ver los pinguinos. Estamos en principio de temporada, el inicio de la primavera, y al restaurante llega un grupo muy numeroso de la tercera edad, cuyo interés principal es comer el gran plato de curanto.

La tarde la pasamos viajando en el coche. Ya esta anocheciendo cuando llegamos a Puerto Varas. Nos alojamos en un barrio de casas prefabricadas. Es un alojamiento que hemos localizado a través de la aplicación airbnb. Esta casa familiar nos hace integrarnos como unos vecinos más, una familia con el coche aparcado en el portal de la casa, en una barriada dormitorio. Sus calles, rectas con todas las casas iguales construidas con madera, son un urbanismo sencillo. Nuestra estancia es sólo de una noche y no vamos a arraigar en la vecindad.
Puerto Varas es un lugar distinto. Arquitectura con mucha influencia alemana y un alto nivel de vida en torno a un turismo de gran nivel adquisitivo que llega al reclamo de la pistas de nieve cercanas, los rafting en los pies de la cordillera, la pesca deportiva, la escalada, o tour que recorren varios kilómetros a la redonda para mostrar a los visitantes esta parte del país. Es un lugar muy distinto al que hemos conocido estos días, muy similar al que se observa en las ciudades de la montañas de Europa en torno al deporte del esquí.

Desde la orilla del lago Llanquihue nos hacemos fotografías en las que el fondo es la Cordillera en la que destacan los conos blancos de los volcanes de Osorno y Calbuco.
Madrugamos y a través de una pequeña carretera secundaria, atravesando un paisaje poco urbanizado, salpicado de grandes explotaciones ganaderas y agrícolas atravesadas por un río, señalado con una hilera de bosque galería en sus orillas, llegamos al aeropuerto e iniciamos nuestro vuelo de retorno.

Durante dos semanas hemos viajado por las regiones de Araucania, Los Lagos, Los Rios y Chiloé. A pesar de llevarnos la satisfacción de haber sentido el contacto con gente maravillosa del lugar, de sentir cercana la cultura tradicional mapuche, de conocer el compromiso con la tierra de gentes de jóvenes que han anclado el proyecto de su vida aquí, de sentir una generación que retorna a su identidad indígena… somos conscientes de que apenas hemos conocido estos lugares. Hemos tomado contacto con este territorio y quizás si en alguna ocasión podemos repetir la experiencia, sea entonces cuando podamos realmente asumir el papel de viajeros. Nos llevamos la maleta repleta de bocetos con los que construir el edificio de nuestra próxima visita. Y nos alegra haber elegido visitar esta zona central del país.
qué armonía se siente en este lugar. excelente recorrido gracias por compartir.
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