
Con las manos untadas de grasa de caballo rozo la piel de este viejo collarón, que quedó reseca tras años de olvido en el granero.
Vinagre y sal ahuyenta el oxido de las campanas de bronce. La química hace brillar de nuevo esta pieza, como cuando lo limpiaban para lucirlo la caballería en días de celebración.
Su sonido nunca se perdió. El que transmite el recuerdo de la historia vivida.
Afloran voces que se entremezclan para hablar cada una del vínculo que las une.
Todavía serán necesarias más horas de trabajo para recuperarlo
Aún más para recoger las vivencias curtidas como el cuero.