
Encargo un mensaje a estas grullas, que hace unas pocas semanas abandonaban sus áreas de invernada en la península Ibérica, emprendiendo el camino a sus lugares de cría en los países nórdicos de Europa. Que su presencia sea un presagio de la llegada de la PAZ.
Sentimos dolor, también impotencia, en las imágenes que nos llegan de la guerra de Ucrania. Retrocedemos al pasado al sentir las miradas de esos niños que estos días deberían poderse ilusionar al ver atravesar las grullas por el cielo de sus pueblos, preludio de la primavera. La guerra esta rompiendo sus vidas y esta destrozando la infancia de una generación.
Recupero la lectura de Robert Kaplan: «La venganza de la geografía» (Editado por RBA en 2013), para intentar encontrar un explicación a esta guerra. En sus párrafos, que analizan la historia del mundo, puede intuirse que la geografía marca el destino de las naciones. Pero, no podemos refugiarnos en la geopolítica para encontrar un sentido a la guerra.
Encuentro un artículo de Hélène Richard, en la redacción de Le Monde diplomatique: «Cuando Rusia soñaba con Europa«. Tampoco su lectura es suficiente para dar una justificación al infierno que viven los habitantes de Ucrania. La guerra es el fracaso de la humanidad. De nuevo la locura del poder ocupa el lugar donde debería estar el sentido común.
Como vacuna a los nacionalismos, recomiendo la lectura del ensayo del australiano Tim Flannery: «Europa: una historia natural» (publicado en España en 2019 por la editorial Biblioteca nueva).
No puedo creerme que las gentes que hemos compartido cultura, amigos que no establecemos fronteras para observar las aves, ciudadanos que anhelamos conocer tantos lugares con los que compartimos la vida, podamos enfrentarnos. Nosotros que al viajar buscamos encontrarnos con las diferencias, aquellas que nos ayudan a forjar un destino común.
Teorías sobre el dominio del mundo, como la de Heartland del geógrafo británico nacido en el siglo XIX llamado Halford John Mackinder, no son razones para iniciar una guerra en un mundo civilizado. No es la primera vez que se sustenta en ellas su inicio, no hace falta retroceder décadas para encontrar ejemplos: Afganistán, Irak, Siria…. tantos frentes en África. Frente a la utopía de sociedades igualitarias y transparentes es la ambición por el poder la culpable, todos con cierto grado de responsabilidad al ceder el paso a totalitarismos e intolerancia. En esta guerra me dirijo a su culpable y me uno a quienes gritan: Putin, para esta guerra.
Explica el autor de Sapiens, Yuval Noha Harari, en un artículo en The Guardian: «por qué Putin ya ha perdida esta guerra». Pero no sirve de consuelo cuando deja un país destruido y la muerte sembrada en sus campos. Son ya miles los muertos. Muchos niños. También jóvenes cuyo futuro se cierra al ser reclutados como soldados. Junto ancianos dependientes sin posibilidades de huir. Familias rotas en la que solo queda la esperanza puesta en las mujeres, que una vez más, serán las que reconstruirán la vida.