Se localiza un pequeño bosque de álamos en el barrio pedaneo de Valdecebro, a escasa distancia de la ciudad de Teruel. Pese a sus escasas dimensiones, no más de 500 metros de longitud entre los límites de la carretera Teruel a Valdecebro y el lavadero del pueblo, siguiendo la rambla del río Seco que baja desde el alto de Cabigordo, se extiende este bosque galería donde se observa la adaptación de la vegetación más exigente en humedad aprovechando el fondo del valle, en un territorio seco, más bien árido, donde el entorno son extensos campos de cereal o cabezos de aliagas y espliegos, lindando con las masas forestales de las estribaciones de la Sierra, donde se sitúan extensos Pinares de las variedades negral y silvestre, junto a masas de rebollar y carrascales.
El álamo blanco, el chopo negro, el majuelo, el rosal silvestre, la zarza de moras, en línea siguiendo el cauce del arroyo constituyen la singularidades de este ecosistema utilizado para sestear los rebaños en el verano, cuando la transpiración de estas plantas aprovechando el bombeo del agua subterránea a través de sus raíces dan frescura a su entorno. Una gran variedad de aves salpican las ramas -carpinteros verdes, carboneros, agateadores ó pinzones-, encuentran ahí un medio menos hostil, que en primavera y verano aporta el alimento de multitud de insectos, y, en otoño un abanico de frutos importantes para llenar su cuerpo de las grasas necesarias para afrontar los rigores del invierno.
Para quien haya visitado el Norte de Africa, este paisaje es un oasis donde las palmeras son sustituida por los chopos. Ideal para curar extremas melancolías de quien huye de las prisas, el ruido, el estrés de una ciudad, que a pesar de conservar pequeñas callejuelas y donde las distancias no marcan el ritmo de la vida, sus ciudadanos se empeñan en imitar a las urbes vecinas, aspirando a engrosar la lista de lugares inhabitables donde nos empeñamos en vivir en multitud.
En los tórridos días del verano, resguardados a la sombra de los chopos, con la vista en el abrevadero de ganados y mulas, serenémonos observando la alta variedad de pájaros y otras aves que acuden a calmar su sed.
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Publicado el 16 de marzo de 2004 – Valdecebro