La memoria cercana conserva una imagen de Teruel recuperándose de la barbarie tras la guerra civil, viviendo la opresión de los vencedores que imponen su moral.
Fiestas de Julio, que empalman con jornadas de siega en los mismos caminos por los que entran los toros que en la madrugada se corren ensogados por las calles. Días en los que la gente de esta ciudad respira la Libertad, que se les niega el resto del año. Cantos, bailes, amoríos de cuerpos unidos sin la mirada de curas y beatas; mozos viviendo al límite en la noche, para en la mañana ir al encuentro del riesgo con el toro.
La modernidad también ha llegado hasta este lugar del mundo. Y en la actualidad, es frecuente confundir la Libertad de estos días de fiesta, con no asumir la necesidad de poner límites, que no debieran entorpecer la fiesta y sí mejorarla.
Las Peñas, junto a exposiciones de fotos y conferencias, debieran debatir los riesgos que implica dejarse llevar por la marea surgida de la atracción de un modelo global urbano, que cada noche de fin de semana puede encontrarse en determinadas rutas de la geografía del país. Esta asumido limitar los riesgos del toro, aunque ello conlleva incrementar el sufrimiento del animal, ¿porque no marcar otros límites?. Desde cuestionar este símbolo de la fiesta, cuando la bravura termina siendo una mole de carne con astas que se ahoga por la presión de una cuerda oprimiéndole la huida; a dudar del poder del dinero para organizar la fiesta, perdiendo la imaginación protagonismo. No desviar la mirada de la basura generada, asumiendo todos una fiesta más limpia, que facilite una gestión lógica de los miles de toneladas de desperdicios, debemos reflexionar sobre los miles de litros de agua mezclados con química, usados para límpiar calles y plaza. También analizar la sobrecarga humana, admitiendo que llenar la ciudad de más población no implica mayor beneficio, ni para la fiestani para los intereses que giran en torno a su órbita.
Sin duda es utópico pensar hoy en una fiesta a base de jotas, bota, cecina de oveja ó arenque de cuba. Valorar ese poso de lo autentico de la fiesta, que perdura en el recuerdo de todos los que hemos disfrutado de ellas, frente a tantas ilusiones volátiles, nos ha de permitir distinguirlo de las importaciones modernas, que no aportan mejoras a la tradición.
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