CANCIÓN DE NAVIDAD

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Despertemos de la distracción en pensar en buenos y en malos. Estamos en el mismo barco y el esfuerzo en tomar  decisiones asumidas por todos puede permitir que siga a flote, superar  la terrible tormenta que comienza a desgarrar su velas y a rajar su casco, evitar el riesgo de naufragar alejados de una hipotética isla donde salvarnos.

Como humanos no podemos eludir sentimientos y emociones vinculadas a nuestra identidad cultural. Tampoco nuestra capacidad de razonar y de lógica para afrontar respuesta a las dificultades. La diversidad, que nos enriquece,  puede obcecarnos para avanzar. No suele estar la respuesta en blanco o en negro, no suele ser el culpable de nuestros males siempre el otro, no es nuestra postura la única capaz de alcanzar una solución. Todos, al menos la gente de bien, somos conscientes de la necesidad de lograr un mundo más justo, igualitario y equitativo.

No debiéramos rendirnos a aceptar  como inevitables las alarmantes noticias cada día publicadas y emitidas por los diversos  medios de comunicación: conflictos armados, hambrunas, grandes desplazamientos migratorios motivados por la huida  de guerras que destrozan estados y comunidades originando vacío de gobierno y agravando el problema de riesgos naturales que, sin el apoyo colectivo para afrontarlos, obligan a huir.

Vivimos una crisis ambiental por grandes  cambios en nuestro entorno natural. Probablemente ocasionada por la propia dinámica de un planeta que se mueve continuamente y, parece ser, que acelerada por un modelo de desarrollo industrial basado en la quema de energías fósiles y el consumo irracional de los recursos. Estamos ciegos si pensamos que vivimos en un mundo de recursos ilimitados. La huella ecológica de los ciudadanos de los países llamados desarrollados  hipoteca el futuro al resto de la humanidad y a las generaciones venideras.

Triunfa la desigualdad  con unos gobiernos incapaces de afrontar la búsqueda del interés común. Gobiernos títeres del capital, sin que sepamos quien está detrás de este: el magnate financiero que aparece en la lista de los más ricos del mundo  o el pequeño accionista, el mismo que sufre las políticas neoliberales, que busca la máxima rentabilidad a sus ahorros sin valorar la ética en la inversiones. La globalización financiera, productiva y del comercio  no ha llegado acompañada de una gobernanza para los nuevos tiempos, lo que dificulta la capacidad de regular, de financiar  con los recursos obtenidos de la contribución fiscal, políticas sociales. El dinero se refugia en paraísos fiscales construyendo castillos ficticios, frágiles frente a un hipotético colapso de nuestra civilización por el agotamiento de los recursos y la incapacidad de cubrir las necesidades básicas de bienestar que den estabilidad social; la contribución fiscal únicamente recae en una parte de la población y no precisamente en la más rica.

No creo que la sociedad carezca de líderes capaces de orientarnos hacía los cambios: hemos de definir nuevas formas  de organizarnos para adaptarnos al modelo que el desarrollo tecnológico ha traído,  la llamada tercera revolución industrial; también nuevos hábitos de comportamiento ante  los retos  que nos impone el entorno ambiental y los recursos  de los que disponemos.  Más bien creo que  los ciudadanos nos estamos dejando engañar por aquellos que, manipulando nuestras emociones y sentimientos, únicamente buscan beneficiarse del acceso al poder.

De las graves crisis sufridas en Europa en las primeras décadas del siglo XX, que desembocaron en las dos desgarradoras guerras mundiales, la sociedad europea  consensuó sobre las bases de la socialdemocracia un estado de bienestar que ha dado estabilidad social hasta finales de siglo, asentando  garantías de derechos humanos   envidiadas por el resto de países del mundo. Los estamentos de la sociedad, con diferencias culturales, sociales y económicas,  fueron capaces renunciar  a intereses individuales para ponerse de acuerdo en un objetivo: el interés general.

España, autista de los nuevos tiempos hasta la muerte del dictador,  se incorporó a las políticas europeas tras su apuesta por recuperar un régimen democrático. Este devenir se consolidó con el  triunfo del PSOE en las elecciones generales de la década de los años ochenta. Me atrevo a sugerir que la transición tuvo la tutela de políticos socialdemócratas europeos,  cuya talla no ha vuelto a repetirse y quizás por ello la crisis europeísta que hoy vivimos. Fueron los guías que dirigieron a la nueva generación española que capitaneo el cambio y pusieron a este país  en disposición de que la Unión Europea nos abriera sus puertas.  Nos ha faltado un relevo generacional de políticos con esa capacidad de futuro,  y aquella generación de políticos, entonces jóvenes, en su madurez no han dado la talla para ayudar a la continuidad de la ilusión por un país y un proyecto común.

Los estamentos progresistas de nuestras sociedad no han sabido responder al avance de las políticas neoliberales llegadas desde EEUU y orquestadas  por un poder económico dominando el mundo sin la sensibilidad para mirar el sufrimiento de los débiles y de los pobres. Los partidos ubicadas a la izquierda, los sindicatos y los movimientos sociales han  movilizado a la sociedad para  quejarse  y mostrar su rechazo  a los recortes presupuestarios en sanidad, en educación, en servicios sociales, en ayuda  a los países en vía de de desarrollo….., que han puesto en jaque al estado de bienestar que desde Europa se exportó como ejemplo de estabilidad y justicia. Pero no han  sido capaces de aunar esfuerzos en mostrar y definir un camino. Hoy estamos huérfanos de una ideología y un modelo social donde tengamos cabida todos.

Estos días de buenos deseos, de esperanzas hacía el futuro, desde un ambito europeista deberíamos exigirnos el esfuerzo en apoyar la necesidad de impulsar un mensaje de estabilidad, justicia, solidaridad y equidad, con el respeto a los derechos humanos como lema,   que nos vuelva a ilusionar como país sin fronteras.

Felices Fiestas¡¡

 

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