La dureza del trabajo de un día en el mar, donde se ha volcado un enorme esfuerzo físico para vencer la dureza del oleaje, del tiempo, de la aspereza de tocar con las frías manos las redes, comprobar la debilidad del cuerpo ante los emvites de la naturaleza.
Los mismos hombres que han sufrido el mar, como si acariciaran delicadas perlas, seleccionan con las mismas manos las capturas que llegaran a nuestra mesa.
Saborear esos frutos del mar debieran recordarnos a las gentes que lo hacen posible. Saber de donde proceden nuestros alimentos.