
Como nos había indicado la joven que encontramos en el parque de Temuco, se trata de conocer el corazón de la cultura Mapuche. Aquí viven casi un 80% de población indígena. Tanto en la arquitectura de los pueblos, como en la actividadeshumanas, conservan un amplio contenido cultural propio.
Nos desplazamos a Curarrehue. Se localiza a unos 40 km de Pucón en dirección al paso fronterizo con argentina.

Cuando hablamos de la necesidad de recuperar esta cultura ancestral de esta tierra, no pretendemos idealizar la realidad. Nos consta que las tribus mantenían una gran territorialidad en la defensa de sus territorios, para garantizar y aumentar los recursos de una comunidad, para garantizar su seguridad –estas palabras nos recuerdan el origen de tantos conflicto que vivimos hoy cada día en el mundo- por lo que debieron ser frecuentes las disputas, también las alianzas. La invasión de sus tierras, primero el intento fracasado de los conquistadores castellanos y extremeños, después por el nuevo estado moderno independiente, seguramente les unió, porque frente a los invasores que transportaban un nuevo modelo productivo, los pueblos indigenas compartían una manera especial de vivir su relación con la tierra.

Conforme nos alejamos de Pucón, nos adentramos en unos paisajes idílicos, amplios ríos cruzados por puentes de madera, cabañas construidas con materiales autóctonos, hogar de moradores que cultivan y cuidan el ganado, iglesias y sobre todo los chemamüll o chemamull (del mapudungun: che, «persona» y mamüll,» madera», es decir, «madera con aspecto de persona” cuyo origen estan en ritos funerarios . En general, quizás sea el día muy nublado, con algo de lluvia y frio, sentimos los tonos pastel los de las viviendas en clara consonancia con el entorno, laderas pobladas de bosque tamizadas de nubes bajas.

En Curarrehue nos dirigimos a la Aldea Intercultural. Tenemos referencias de ella en la guía. Pero al llegar comprobamos que deficiencias en su construcción ha generado goteras, por lo que temporalmente ha sido cerrada la exposición. En torno a ella todavía continúan, hasta que se inicien las obras de reforma, una tienda de artesanía y la cocineria de Juanita.


Juanita es una mujer Mapuche rodeada de ollas donde prepara comida con productos locales. Le cuesta hablar y es su amiga, una artesana que llego desde Santiago con la intención de cuidar a su madre enferma de alzheimer en un lugar tranquilo, para lo que intercambió su vivienda en la capital con la de una vecina de Curarrehue que quería vivir en Santiago; tras el fallecimiento de su madre, encontró la razón y el lugar donde continuar en este lugar. Hoy ayuda a Juanita, sentimos que su ángel protector y su compañía. Juanita refleja en su rostro el trabajo de largos años dedicada a la familia, dando y quizás recibiendo muy poco. Nuestra comida han sido manjares tradicionales, acompañados de recias salsas picantes: piñones de araucaria con calabazas y pimientos, pisto de verdura y arroz, acompañado de carne de vacuno –una excepción en la gastronomía mapuche, que reservaba la carne sólo para ocasiones especiales-. La cocinería tiene los aromas de todos esos guisos, pero sobre todo el calor de un hogar y el vinculo con un territorio y una cultura.

Llegan unos jóvenes de Pucón. Parece que se ha desarrollado un curso para enseñar circuitos comerciales a las gentes del lugar. Hoy han llegado para fotografiar a Juanita, que ha si alumna en la necesidad de aprender a crear un circuito económico con el que sentar la base del sustento de su familia. Las imagenes serán el soporte de las herramientas con las que dar difusión a su casa de comidas. Son jóvenescomprometidos con las culturas indígenas, una generación consciente de vivir en un mundo globalizado, pero también concienciados de la necesidad no sólo de conservar, sobre todo de respetar otros modelos de vida. Curiosamente nos hablan de Albarracín, un pueblo de Teruel, de un paraje el Rodeno (espacio protegido) conocido parece ser en todo el mundo, no por la belleza arquitectónica y su pasado medieval –fue reino de Taifa durante la Reconquista- sino por sus bloques de roca roja donde se práctica la modalidad de escalada llamada Bulder.

Por la tarde nos dirigimos por el valle hacia el paso fronterizo con argentina Mamuil Mala. Encontramos las Araucarias, el lago, de nuevo iglesias de madera, suponemos que a lo largo de la historia ha habido un intento de cristianizar estas comunidades. También junto a una vegetación distinta a la del hemisferio norte, viven aves con formas y colores que no podemos identificar.

Abandonamos tarde el lugar, y creemos que apenas hemos penetrado en conocerlo. Por ello desde Teruel, tras el regreso, indagamos en internet para conocer un poco más. Sentir tantas cosas que no hemos podido vivir, pero que hemos sentido en las experiencias de contacto con personas como Juanita.
Encuentro este libro de relatos de mujeres Mapuches. Zomo newen: Relatos de vida de mujeres mapuche en su lucha por los derechos ,Escrito por Elisa García Mingo
Buscando por internet encuentro estos enlaces de blog que nos profundiza el proyecto de aldea intercultural que no hemos podido conocer en su interior.
También estas reflexiones sobre la dualidad cultural chilena.
No tenemos más tiempo. Apenas podemos pasear media hora en la orilla del lago Villarrica en Pucón, y esta ciudad hoy centro turístico, no termina de atraernos lo suficiente para robar tiempo a la tarde que ya términa. Volvemos a nuestra cabaña con la intención de rumiar la experiencia vivida al recorrer la originalidad en las aldeas.
Nos despedimos de Angelita. Esta es la última noche en la cabaña. Mañana partiremos de nuevo a Temuco para en autobús dirigirnos a Valdivia, la región de los Ríos.
Salimos templano y decidimos no repostar en Villarrica, lo que nos ha generado un viaje de gran tensión al ver como se nos acababa la gasolina en el coche sin encontrar un surtidor, finalmente a falta de 10 km, cuando llegamos a la Panamericana, hemos logrado repostar y llegar a la ciudad, devolver el coche de alquiler y recorrer de nuevo comerciales, terminando de nuevo antes de tomar el autobús comiendo en el Parque del Amor. Nos recordaba el chico que nos atiende, y se alegra de nuestro interés en la cultura Mapuche, que le comentamos hemos visitado siguiendo el consejo de una joven que conocimos los días anteriores cuando recorríamos el parque Cerro Ñielol.