Proponemos esta ruta circular por las Tierras Altas del Alfambra (pincha en la ruta para acceder a su trazado en la web de wikiloc). Su recorrido nos permite conocer dos actuaciones recientemente ejecutadas por el Parque Cultural del Chopo Cabecero: La Ruta etnobotánica Bernardo Zapater y el GR 199 Chopos Cabeceros.
La ruta etnobotánica Bernardo Zapater, en Allepuz (Teruel), nos ayuda a conocer las plantas más repretesentativas de este ecosistema de montaña en la Sierra de Gudar. También los usos tradicionales que les han dado sus habitantes, aprovechando sus diferentes propiedades. No olvida transmitir información sobre aspectos culturales de la cultura campesina, la que durante siglos ha modelado estos paisajes.
El GR 199 «Chopos Cabeceros» parte de la Ermita de Santa Quiteria en el valle de Motorritas. Sigue por viejos caminos de herradura el cauce del río Blanco hasta su encuentro con el rio Sollavientos en Allepuz, desde donde continúa como rio Alfambra hasta Galve. Atraviesa el territorio del Parque Cultural de los Chopos Cabeceros. A su vera caminamos junto a la cultura de los árboles trasmochos, los viejos testigos que nos iran acompañando a lo largo del viaje.
Para enlazar ambos lugares atravesamos el Barranco de la Umbria, con unas peculiaridades formaciones geológicas. Encajonado y flanqueado por laderas pobladas de pinar silvestre, bajo sus copas un sotobosque donde descubriremos: arces, serbales, mostajos, guillomos… En estas quebradas, sus asperas rocas todavía conservan huellas de la última guerra civil, en concreto el avance de los rebeldes franquistas arrollando a las tropas del ejercito de la Repubíca, los soldados del gobierno que defendían estas cotas. Aquí, la guerra se prolongó diez años más al asentarse en la montaña los guerrilleros, el maquís. Los destrozos de la guerra y de la represión posterior, durante las campañas para aniquilar a los huidos y a la guerrilla del AGLA, desembocaron en el inicio del abandono de las masadas.
En torno a la Ermita de Santa Quiteria se agrupan una parroquía de masadas: La Solsida, Los Charcos….. El paisaje de pastizales sobrevive al abandono rural, a la desaparición de los últimos campesinos que con una economía circular supieron sobrevivir durante siglos gestionando y ordenando adecuadamente los recursos naturales: hicieron paisaje a través de esa cultura transmitida oralmente de generación en generación.
Aquí, en la parte más alta del valle, los margenes del río y arroyos son perfilados por sauces, en los que también se ha seguido aplicando la poda de sus cabezas a la altura de los dos o tres metros para obtener leña, dándoles esas peculiaridades formas del gran tronco arrugado por multiples cicatrices. Apenas queda ganado lanar, unos pocos rebaños regresan en verano de la trashumancia en tierras del Reino. La ganadería de hoy es el vacuno, con mejor mercado y que no obliga a la presencia constante del pastor en el campo. Los bancales de las solanas, retenidos por muros de piedra seca, ya no se siembran y son colonizados por pinos, enebros y sabinas rastreras. Apenas se aprecian los huertos junto a las fuentes, donde el regadio permitió el cultivo de patatas, alubias y hortalizas -dieta de alimentos llegados a la península tras el descubrimiento de América-.
Los rebaños suelen ser jóvenes. La cabaña se renueva frecuentemente y se introducen nuevas razas. Es insignificante la presencia de las del lugar: la vaca negra serrana, la oveja cartera…. Tampoco se cuidan las viejas hembras que, educadas por los pastores, transmitían a la cabaña de generación en generación los hábitos de los desplazamientos diarios, también la experiencia de advertir la llegada de una tormenta y emprender el camino a las zonas seguras. Todo el saber de conocer un territorio para sobrevivir en él.
El asilvestramiento del campo trae la recolonización por la vida salvaje. Nos encontramos en plena canicula y nos cruzamos con hembras de corzo acompañadas de corcinos refrescándose en las aguas del río. A la sombra bajo las rocas familias de cabra montes sestean. Y en el camino revolotean infinidad de mariposas, algunas emblemáticas como la Erebia zapateri.
En verano es el color amarillo de la hierba agostada, aún cuando en las zonas de altas el pasto se mantiene verde, quien tapiza el horizonte. La ruta durante el otoño es moteada de colores ocres en las laderas donde las hojas de árboles y arbustos caducifolios se tiñen antes de caer. Durante los meses más fríos del invierno será el blanco quien cubra las lomas y cimas del valle, también las copas del pinar. En el alto de Peñarroya, donde sobrevive el Pino moro, éstos quedarán petrificados, durante semanas serán estatuas de hielo azotadas por el cierzo.