Un conglomerado de culturas, que han desembarcado en sus costas durante siglos y establecido poblaciones en su territorio, han ido dejando su impronta en el paisaje de la isla. Quizás, hoy es más cosmopolita que nunca debido al turismo. Gentes que llegan a disfrutar de sus vacaciones durante unos pocos días, pero que transportan junto a ellos peculiaridades formas de vida desde su lugar de origen. Aportan la economía en la que se sustenta Mallorca. También un impacto, no siempre positivo, en la calidad de vida de sus ciudadanos, que puede llegar a afectar a su propia identidad, la forjada lentamente a lo largo del tiempo. La masificación en urbanización en algunas de sus playas, demasiadas, es un ejemplo de ello.
Este año tuve la ocasión de recorrer por caminos de piedra seca diferentes lugares de la Tramontana. Descansar en la orilla de alguna de sus calas perdidas. Saborear el orgullo de las gentes de sus pueblos que no renunciar a abandonar su pasado como payés. Clara muestra de ello es la forma en que se afronta la restauración de las casas rurales con un ejemplar respeto a la arquitectura tradicional.
Caminar por estos caminos milenarios exige el esfuerzo de superar desniveles de casi mil metros. Pero compensa el cansancio el disfrute del paisaje. Barrancos estrechos que cortan la montaña desde los que se canaliza el agua a través de pequeños canales para llevarla a albercas y consolidar bancales de regadío con los que cultivar naranjos y limoneros. Laderas de roca caliza abancaladas con muros de piedra en los que los viejos olivos se perpetúan en estas tierras.
En el corazón de la sierra se conservan viejos bosques mediterráneos. Grandes encinas y robledales con un cortejo de arces, tejos, majuelos, lentiscos, durillos…. 
Una enorme biodiversidad que ha comenzado a recuperarse tras años en los que el el carboneo para obtener carbón vegetal aprovechó al máximo estos bosques. Bajo las copas los árboles, sobre el lapiaz de suelos agrietados aún encontramos los restos de las fogatas donde la leña troceada cubierta con arcilla prendía durante días controlada por el carbonero desde la pequeña caseta situada al lado. Las primeras las reconocemos por el circulo de tierra negra, las segundas por el redondo zócalo de piedra.
A principios de verano nuestra visita coincidió con una oleada de mariposas Vanessa cardui que emprendían viaje desde tierras africanas hacía el Norte de Europa. En nuestra visita del otoño nos sorprendió la presencia de otra oleada de estas mariposas, en su viaje de regreso en dirección al Sahel africano.
https://es.wikiloc.com/wikiloc/spatialArtifacts.do?event=setCurrentSpatialArtifact&id=44131183
LA HITA 