DESPOBLADOS

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Los despoblados hace tiempo que fueron abandonados. En su mayoría son hoy un montón de piedras entre las que sobresale algún pequeño muro que resiste. El suelo esta tapizado de tejas rotas y en aquellos donde las gentes salieron rápido dejando sus recuerdos y sus trabajos sin tiempo de recoger ni de mirar atras, encontramos trozos de tinajas, cazuelas y platos extendidos. Los rosales silvestre y la maleza los van envolviendo hasta quedar invisibles envueltos por los matorrales.

En algunos lugares les llamaban casetos. Cuando la población llenaba estas sierras y las masadas ya no podían albergar más familias, estas pequeñas casas de una planta, junto a la cuadra donde dormían los mulos, ubicadas en las laderas más pobres, recibían inquilinos. Sólo así puede entenderse que la geografía turolense se llene de laderas escalonadas con bancales  agarrados con piedras seca.  Cultivaban los terrenos marginales, que había que ganar a la montaña transportando con los mulos tierra cargada en los serones con las que llenar de suelo las ásperas laminas de calizas para cultivar centeno con el que calmar  el hambre. No tenían huerto, tampoco pozo de agua, por lo que debían desplazarse a llenar los cántaros al más próximo o al de la masada vecina.

Las casas se han hundido y los bancales se abren cuando los muros revientan y no queda nadie que vuelva a poner las piedras en su sitio para rellenar de nuevo el hueco con la tierra arrastrada. Las laderas con un perfil cóncavo recuperan su naturalidad convexa con el que son domadas cuando la fuerza del agua, el hielo y el viento las erosiona y toda su superficie va deslizándose hacía el fondo del valle.

Era frecuente que los niños murieran al poco de nacer. Si era antes del bautizo se enterraban bajo una tejas en el soportal de la entrada de la casa. Quedaban en ella, como el dolor que nunca abandona a la madre que pierde un hijo. Cuando estas gentes dejaron el caseto no solo abandonaron su ajuar, se llevaron el dolor de dejar allí a quien nunca olvidan.

En los entierros de los pueblos de Teruel al dolor de la despedida a quien la edad ya no puede retener en vida, agotadas las fuerzas que le agarraban, se une el recuerdo de la vida de una generación sobreviviente de tantos cambios, luchando para dejarnos un mundo mejor.

Son días de encuentro en estas pequeñas iglesias de las aldeas, algunas con descorchados y otras recientemente restauradas en ocasiones rescatando la piedra, en otras volviendo a lucirlas con yeso donde volver a pintar frescos. Acogen  a  los amigos, en su mayoría viejos. El ambiente  es extremadamente frío, conscientes de que cada día quedan menos. Poco a poco  va desapareciendo una generación que han sido los últimos campesinos. El apego a la tierra, a la casa familiar probablemente también se vaya con ellos porque la generación de los hijos quizás ya no volverán, cuando ya no es necesario visitar a los padres. No hay jóvenes. El futuro de estos pueblos depende de aquellos que lleguen con nuevo impulso para poner en marcha otras formas de organizarse. Sólo en ellos la esperanza de que el silencio no llene la soledad del lugar, y, como hoy ocurre en los casetos, el recuerdo no quede enterrado con un montón de piedras invadidas por el matorral.

2 comentarios sobre “DESPOBLADOS

  1. Ángel, muy lindo texto. Muy lleno de emoción y como conocemos algunos de estos lugares, sabemos del abandono que se está viviendo. Me quedo con la esperanza de las futuras generaciones que sabrán dar vida a eso pueblos y que encuentren una vida plena de felicidad, como lo planteas en tu escrito. Desde Patagonia, un saludo muy grande para vos y la familia. Con el cariño de siempre. familia Evrard Chiaro

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