
Conocí la palabra en la lectura de alguno de los textos de Joaquín Araujo. Creo recordar que en alguna ocasión ha indicado que la recogió del encuentro con un campesino en la dehesa extremeña, un hombre que le ofreció la máxima hospitalidad en el hogar que había construido en una cabaña con las mínimas condiciones para vivir. Una palabra que se remonta a la mitología griega pero que encuentra en la definición que él hace de ella el más bonito significado:
<el de cuidar con cariño, mimar o proteger como hacen los pájaros con sus polluelos y extendiendo a esto el máximo de cuidado en Extremadura significa agasajar y ofrecer el máximo de hospitalidad. «Atalantas cuando abres la puerta al que llega y le invitas a lo que tienes sin doblez ni mezquindad alguna»
¿es posible en estos tiempos de individualismo y cultura de acaparamiento, encontrar una palabra que defina mejor la generosidad sin más límite de compartir lo que se tiene?>
Estos días la hemos encontrado en los trabajadores sanitario al cuidarnos, al igual que en otros profesionales que han trabajado para que pudiéramos seguir accediendo a tantos servicios y necesidades esenciales. Ha sido necesario vivir esta experiencia para valorar en su justa medida tantos trabajos, en ocasiones precarios, necesarios en nuestra vida.
Quiero también recordar a otro sector de ciudadanos con los que compartimos Patria, definiendo esta sin banderas ni fronteras, sino como un proyecto común. Independientemente de su ideología y credo, los voluntarios de Organizaciones no gubernamentales (ONGs) han asumido el papel de cubrir los vacíos de nuestra sociedad para atender, atalantar, a la enorme bolsa de población que sufre las consecuencias económicas de la crisis sanitaria que vivimos, personas que han visto empeorar sus condiciones de vida, en ocasiones agravando todavía más la marginalidad a la que nuestro modelo socioeconómico les imprime.
Hemos de asumir nuestro fracaso social, para remediar la situación. Los voluntarios lo hacen actuando en el primer nivel: cubrir las necesidades que no pueden esperar.
Es por ello vergonzante que no dejemos llevar por el embuste y la hipocresía de una minoría capaz de hacer tanto ruido que silencia al resto de la sociedad en la demanda de alcanzar un espacio justo en el momento actual. No podemos permitir que la tergiversación al mostrar la historia nos engañe de nuestro objetivo como comunidad con la vista puesta en el tiempo en el que vivimos.