
El pino salgareño, subespecie salzmannii presente en la Península ibérica, presenta unas acículas más claras que las de su pariente la subespecie europea nigra. Este color verde oscuro le dan un tono negruzco a las copas de los árboles, un pequeño matiz que los diferencia de su primo continental, como también la morfología del árbol. Los viejos ejemplares de pino negral del sistema ibérico presentan fustes muy rectos en los que a modo de parasol se van intercalando copas que concluyen en una capa plana al final; una estructura perfecta para captar la luz necesaria para realizar la fotosíntesis. Aquellos que han sufrido el enviste del viento, el peso de la nieve, han sido dañado por la caída de un árbol vecino o simplemente la ladera los ha deslizado en las etapas de deshielo, presentan fustes retorcidos, que se sustentan con amplias raíces en ocasiones al descubierto agarradas firmemente a la roca. Son estos los viejos árboles que han quedado en el terreno y donde los pájaros carpinteros encuentran el espacio para construir sus nidos ahuecando esos troncos viejos.
Su corteza de un color gris plateado también caracteriza a estos gigantes de varios cientos de años de edad que viven en las sierras turolenses.
Siempre esta acompañado por el cerezo de Santa Lucia (Prunus mahaleb) en los profundos barrancos donde se guarda más humedad, en las laderas de canchales por el Guillomo (Amelanchier ovalis) y por supuesto por las especies del genero Juníperos características de estos espacios con un clima de extremos: Sabina albar y Enebro común. No falta tampoco la Carrasca (Quercus ilex) y el Quejigo (Quercus faginea).
Es probablemente el pino del Sur de Europa con más riesgo de desaparecer. Su localizada distribución geográfica, la lenta regeneración tras las perturbaciones, su hábitat en lugares de clima extremo….. además del piso bioclimático que ocupa y que los cambios climáticos que se vienen produciendo generan que la competencia de otros árboles le hagan desplazarse sin encontrar un lugar optimo para echar raíces.
Muy cerca de la ciudad de Teruel, en la sierra oriental constituye este bosque su pulmón verde. El espacio recreativo de La Fuente Cerrada fue repoblado hace casi ochenta años con pinos laricios (con plantas con una genética más centroeuropea), que hoy con sucesivos trabajos de limpieza están adquiriendo una estructura de gran naturalidad, en la que las líneas rectilíneas de pinos se van rompiendo con la colonización de un sustrato de pequeñas plantas de sabinas, enebros y carrascas. Probablemente las generaciones futuras encuentren en este espacio un bosque singular como el de las laderas más altas donde se cobija el pinar autóctono.
El uso ganadero de antaño dio paso a un aprovechamiento más forestal, que en la actualidad lo es de ocio. Los ciudadanos aprovechamos estos lugares para realizar deporte o simplemente pasear y observar nuestro entorno. También hay quien se desplaza con vehículos por las pistas forestales. Y en menor medida, aunque con un impacto erosivo mayor, los hay que abren nuevos trazados por laderas excesivamente empinadas para satisfacer su afición a las motos de trial.
La gestión del propietario del monte, mayoritariamente el Ayuntamiento, y la administración forestal del Gobierno de Aragón, como Monte de Utilidad Pública, son quienes velan por garantizar la conservación de este singular valor natural.
El Ayuntamiento de Teruel adolece, como si han desarrollado otras ciudades, de líneas de trabajo en educación ambiental. En espacios como el que nos ocupa, donde los vecinos satisfacen su ocio, sería importante que estos pudieran formarse e informarse para conocer la naturaleza biológica, geológica y cultural del lugar.
Creo que fue Jane Goodall, primatóloga inglesa comprometida con la conservación de la naturaleza del Planeta, quien expreso la necesidad de aprender para conocer, en cuanto que solo conociendo se puede valorar, y es necesario dar valor para asumir la necesidad de su conservación.