Mi experiencia se limita a la impresión que me causo el martes 17 de abril un paseo por la zona del Carburo, junto al río Guadalaviar y Turia, pero creo puede hacerse extensible a otros lugares cercanos a la ciudad –Fuente Hortaleza de Aldehuela, choperas del Alfambra, Fuente Cerrada, Carrasco etc..-, que otros años he visitado durante ó después de la fiesta local de Teruel del Sermón de las Tortillas. Esta fiesta turolense invita a colonizar el campo durante unas horas, por gentes de la ciudad. Pero una Fiesta que debería servir para un reencuentro con la naturaleza, se convierte en un traslado de los problemas en la relación del ciudadano con el entorno urbano –uso del automovil y moto, gestión de los residuos,…-, a rincones en buen estado de conservación de zonas no urbanizadas.
En muchos casos los excursionistas ocasionales, ni tan siquiera son capaces de valorar un lugar que, frente a las condiciones diarias de nuestra vida, nos ofrece calma, aire, limpieza del agua; valores que por unas horas dejan de existir ante cierta marabunta, que embutidos en la fiesta, en la música de los cassettes, etc. invaden el campo, en estos inicios de la primavera en que la hojas comienzan a aflorar de las yemas de los árboles y alguna tímida flor revienta, ofreciendo pequeños tildes de nuevos colores allí donde el ocre ha dominado durante el invierno.
Nos preocupa el tema, porque además el pequeño sector de la población con muestras de falta de respeto hacia la naturaleza, lo encontramos entre jóvenes de entre 15 y 25 años, que por unas horas llevan al campo su especial forma de ver la vida, su orgía de viernes y sábado noche –alcohol, conducción de vehículos, etc.- . Es sin duda el resultado de un fracaso educativo de la familia y las instituciones sobre quienes debería dirigirse el esfuerzo en preparar a la sociedad del futuro. Seguramente algo falla en nuestro modelo social, con esta respuesta de cierto sector de la juventud. Amansada es incapaz de mejorar el sistema con una presión social de crítica hacia costumbres, que fuerce cambios y aporte ideas renovadas. Coincido con Günter Grass, cuando en uno de sus relatos de “El Siglo”, califica a esta generación como la reconciliada con el capitalismo: “Ellos, los de los noventa, son sus hijos. Les viene a medida. Son su producto comercial. Quieren ser y tener siempre lo más nuevo. Lo cual lleva a más de uno ayudarse a conseguir el más nuevo subidón con extásis, la droga más nueva”. Su filosofía en la vida quedan patentes en las palabras de un joven en el relato de Günter Grass, : “De todas formas no se puede salvar al mundo, de manera que por qué no dar una fiesta”.
Mis respetos a esa mayoría de población capaz de entender el sentido del reencuentro con la naturaleza. Su presencia no dejó huellas en el campo, huellas de las que avergonzarnos, y seguramente sufrieron, al igual que yo, la presencia de sus vecinos maleducados.
El Ayuntamiento responsable de la fiesta local, con competencias en la conservación del medio ambiente en su territorio, debe asumir el reto de reparar las consecuencias de este día. Si no es así es preferible que cambiemos su celebración por otra fecha “que no obligue a un sector de gente irrespetuoso con los demás a salir al campo”; quienes sin grandes esfuerzos somos capaces de disfrutar de los encantos del campo, cualquier día del año, valoramos que por una fiesta en la ciudad, no se destruya el lugar de ocio y esparcimiento que disfrutamos continuamente. Puede adoptar una postura preventiva. Ordenanzas que penalicen dejar residuos en el campo, hacer fuego fuera de los lugares indicados, circular imprudententemente por caminos y pistas agrícolas y rurales, hacer ruidos. Un sistema de vigilancia que obligue a su cumplimiento. Limitaciones de acceso a ciertos lugares con vehículos –no es comprensible que jóvenes de menos de 25 años se trasladen a las inmediaciones del carburo, menos de 3 km. de la ciudad, con coches y motos conduciéndolos como si estuviesen en un circuito deportivo de todo terreno-. Si no es así, debe afrontar el coste de las actuaciones posteriores al martes de Pascua. Brigada de limpieza, que asuma la retirada de los residuos y la restauración de los efectos de las hordas que este día salieron a comer y divertirse en el campo, como lo harían en cualquier bar de copas las noches de fin de semana. Así como una justificación a la población que sufrimos la perdida de nuestros derechos a un disfrute del medio ambiente. Aprovechando la singularidad de la fiesta, deben organizarse actos de concienciación y respeto al medio ambiente, en colaboración con entidades de animación cultural capaces de ofrecer actividades dirigidas no solo a un sector infantil de la población, también al juvenil y adulto, donde trasladen un sentido de la fiesta más allá de la comida y el alcohol. Se ofrezca un compromiso de reencuentro con la naturaleza.
Nos parecen estas actuaciones más prudentes, que la prioridad en ampliar la Fuente Cerrada, para solo este día, cuando gran parte del año apenas se usa. Quizás ese dinero se precise para una mayor intensificación en el mantenimiento de las instalaciones actuales y por supuesto un área de zona de acampada, libre o a través de camping, donde se ofrezcan unos servicios mínimos, cuya inexistencia no sea excusa para dejar el entorno cubierto de basura y despojos.
Seguramente en estas ciudades pequeñas aún estamos lejos de perder nuestra identificación con el medio rural, pero formas de vida alejadas de él, nos alejan seguir manteniendo unas pautas mínimas de lo que debe ser un comportamiento responsable con la conservación de los valores naturales y el paisaje, así como solidario con nuestro vecinos, sean estos personas ó animales.
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