Siento miedo al escribir del terror. Del terror hacía quien mata por opinar diferente, hacía quienes ven en él un instrumento, sin interpretar sus consecuencias en quién muere y en su entorno. Pánico a la sentencia de pena de muerte. Rebelde contra el equilibrio establecido, critico sobre las decisiones de las mayorías, no puedo aceptar como alternativa a aquellos que no dejan lugar a la palabra, que utilizan la muerte como arma para conseguir unos fines, que de ese modo pierden toda legitimidad.
Aún cuando reivindico la necesidad de buscar nuevas formas de organizarnos, un nuevo sistema donde el reparto sea más equitativo, un mundo más justo en esta bola llamada Tierra, la alternativa no pueden esta desde posiciones, que se imponen con la presión de la muerte sembrando odio.
Exijo tolerancia para hacer un mundo de todos y no solo un modelo hecho por quien pone el dedo en el gatillo. Siento dolor de las vidas perdidas sin sentido, aquellas que han caído con sangre derramada, y aquellas que han caído temiendo seguir viviendo de esta manera, con el miedo a expresar sus opiniones.
Por ello, he de gritar a favor de una sociedad no violenta, aunque me cause escalofríos las consecuencias de sacar mi grito a la calle, temiendo a quien no entiende las palabras, encerrado en un mundo a su medida. Como en otras ocasiones en que salimos a la calle para oponernos a la maquinaria militar como solución a crisis políticas, seguiré manifestándome a dar mi testimonio de rechazo a la muerte, a los métodos basados en que el fin justifica los medios.
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