Ayer por la tarde una enorme rata se refugiaba escondiendo la cabeza en una canal de un edificio, dejando al descubierto su cuerpo y cola, en esa actitud tan infantil de creer que si no ves no te ven.
No tenía mal aspecto, ni gozaba de mala salud. Probablemente alguna de las obras del centro histórico turolense han puesto al descubierto el subterráneo donde ha vivido hasta hoy, un lugar para vivir tolerado por una sociedad para quien a pesar no compartir aprecio por su forma de vida, no le molesta si no se deja ver.
Esta mañana, la rata ya no estaba. Durante la noche ha debido vagar por la ciudad, cuando la mayoría de los pobladores duermen y dejan lugar para estos ¿intocables?. Ha debido encontrar un nuevo refugio, quizás en esos rincones que esta ciudad – Mudéjar Patrimonio de la Humanidad- olvida por que no se ven: quizás bajo el enrejado al pie de los árboles del Ovalo, donde se ocultan plásticos y basura, porque nadie ha sido capaz de levantarlos para limpiarlos, tal vez en la ignorancia de pensar que estos arces, que tímidamente aportan sombra, necesitan de suelo para enraizar; ó en algún edificio abandonado, que por no entrar en la oferta del mercado inmobiliario, permanecen olvidados como si la restauración de la ciudad no fuera con ellos; e incluso se haya animado a salir a los arrabales, donde en esa orbita alejada del núcleo de la Villa, parece olvidarse, por gentes que siguen arrojando basuras y por el Ayuntamiento que olvida que la limpieza también debe llegar allí, que también son ciudad.
A mí no me alarma ver una rata en las calles a plena luz del día, lo que me preocupa es no verlas cuando sabemos que existen, porque no entiendo que tengan que ocultarse viviendo como viven junto a nosotros. Y sobre el estado de la ciudad, me inquieta pensar que la ciudadanía haya olvidado participar en la gestión de su ciudad. Aún mantenemos ese instinto de pedir, pero apartados de la toma de decisiones, delegados poderes en el voto otorgado en las elecciones, hemos dejado de ser capaces de debatir y decidir por la ciudad que queremos; y sin haber sido juez ni parte nos vemos en la obligación de agradecer al mentor -quien aporta el dinero y toma las decisiones para fijar los nuevos ambiente de Teruel- , que esta ciudad avance. Eso sí, en Vaquillas, para bien ó para mal, los ciudadanos, todos, recuperamos pleno protagonismo en la organización de la fiesta; por tres días abandonamos esa dejadez participativa. A veces pienso que esta es una cesión interesada del Ayuntamiento, a cambio de que permanezcamos invisibles el resto del año en los temas trascendentales de la ciudad.
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