Durante esta primavera lluviosa he tenido la fortuna de recorrer junto al Grupo Alpino Javalambre las altas tierras del Maestrazgo. Territorios de la antigua Baylia de Cantavieja: Barranco de la Tosquilla y Rambla de las Truchas, río de la Cuba, barranco de Santa Ana, que este año andan preñados de agua. Tierras surcadas de coladas, cordeles, azagadores, cañadas, chozos de piedra seca en una paisaje parcelado por paredes de losas, que estructuran predios con vocación ganadera.
Torres defensivas de masías indican que en estos lugares de frontera debieron desarrollarse crueles batallas, también cuadrillas de bandoleros que rondaban por la sierra y de los que había que protegerse, que han marcado el carácter de sus pobladores. Sus gentes estan acostumbrados a salir solos de las dificultades de un medio hostil.
Desde el inicio de la revolución industrial la despoblación se ha cebado aquí. Al ritmo que se abandonaron los telares y molinos vinculados a la manufactura de la lana, desaparecieron los inmensos rebaños de ovejas, comenzaron a caer las tapias de los linderos, también se han abierto camino carcavas en las veredas, y tristemente se han comenzado a hundir los techos de las masadas. El carrascal y el boj han recuperado los territorios perdidos que les robo el ganado y alli han retornado como nuevos moradores la cabra montes, los corzos y jabalies.
Andando por estas sendas sentimos a cada paso el agua escupida por una tierra saciada. Aabrevaderos rebosando, barrancos con chorros de agua saltando entre piedras camino de ramblas en las que sólo fluye el agua cuando descargan las tormentas estivales, cuando se convierten en grandes ríos modelando suavidad en piedras agrestes de un lugar montaraz.
Restos de linderos empedrados, edificios en ruinas, campos yermos comienzan a ser como los fósiles, que hoy incrustados en la caliza nos hablan de un pasado distinto.
Antes de que se derrumben estas paredes que sujetan campos aterrazados ganados a las laderas, hemos podido comprobar la eficacia del funcionamiento del trabajo realizados hace siglos con un gran conocimiento del medio natural. Los huecos dejados entre la piedras de los muros son el desagüe de un complejo sistema de drenajes planificado en el momento de su construcción; estos estos días los vemos rezumando agua, para evitar que revienten por la panza. Nadie repara las improntas que incrusta la violencia del hielo, el viento o la tormenta. Apenas les quedan días y con ellos se borra la huella de sus constructores. Paisajes artificiales que necesitan del hombre para seguir existiendo.
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Publicado el 17 de mayo de 2004 – Iglesuela del Cid