
No quedan bosques primigenios en los que la actividad humana no haya penetrado. Refugiados en barrancos podemos podemos encontrar pequeños relictos de lo que fueron. Allí, sobreviven comunidades de animales y plantas compitiendo por el agua, los nutrientes, la luz. Han encontrado un punto de estabilidad que se romperá cuando una nueva perturbación (un incendio, un desprendimiento de rocas, una gran avenida, una pertinaz sequía…..) deje una puerta abierta al cambio. Mientras nos maravillamos al encontrarnos con este retazo de biodiversidad.

Los monocultivos en la agricultura o selvicultura intensiva, son todo lo contrario. Eriales donde se simplifica la vida. Favorecen el dominio de unas pocas especie que en ocasiones se convierten en plagas que amenazan su propia supervivencia.
El ecólogo Enric Sala nos ofrece en un ensayo, «La Naturaleza de la naturaleza. Por qué la necesitamos», la oportunidad de aprender como funcionan los ecosistemas. La primatóloga Jane Goodall lo recomienda: Es un relato claro sobre la variedad e interconexión de las formas de vida en la Tierra, nuestro único hogar.