¡Qué viene el lobo!

Tras años de persecución, a finales del siglo XX, en la década de los 90, el lobo comienza a adaptarse a los cambios marcados por los españoles al modernizar su territorio, y comienza una lenta recuperación de territorios perdidos, que le llevan a las puertas de Aragón, detectándose alguna familia con cría en el Señorío de Molina de Aragón, en la parte oriental de Castilla la Nueva. Algunas citas no contrastadas de ejemplares vistos o cazados (Cella, Peracense….) auguran que pronto colonizará Teruel, al ritmo que los carrascales acogen al corzo y los pueblos se vacían.

VACAS SOLLAVIENTOS 2

Valle de Sollavientos

¡Que viene el lobo!, se oye de nuevo desde las tierras de Guadalajara, en su frontera con Aragón. Los pastores sufren ataques en sus rebaños, que confirman la colonización de esta especie allí donde no había señales de su existencia desde hace más de cuarenta años. Las Comarcas de Teruel, en las que el ultimo lobo cayo abatido en los años sesenta cerca de Sierra Menera, pudieran tal vez comenzar a oír este grito en sus campos.

El eterno enfrentamiento entre los pastores y su más firme competidor no mermo la capacidad de seguir existiendo unos y otros. Fue decisivo en la extinción del lobo el empleo de la terrible estricnina, a través de la campaña gubernamental desde las llamadas “Juntas Nacionales de Extinción de animales dañinos”, que desencadenó terribles desequilibrios en los ecosistemas mediterráneos y originó la casi extinción de multitud de especies, hoy afortunadamente declaradas protegidas.

La sociedad rural que sobrevivió a la amenaza del depredador, no pudo superar los cambios sociales y económicos que iban a desencadenarse en los años siguientes. Si alguna bajas en las cabañas ganaderas no ocasionó la desaparición de pueblos, sí lo ha sido los enormes y rápidos cambios originados por la modernización de la sociedad española y su apertura hacia un desarrollo industrial, donde ciertas maneras tradicionales de vivir no tienen cabida. La despoblación es un continuo devenir todavía no acabado y ha dado pasos a campos yermos, reforestados por carrascales y matorrales, que dan cobijo al jabalí, corzos, cabras monteses y ciervos. Sin predadores que los controlen sus poblaciones pudieran dispararse hasta límites que pudieran poner en riesgo la existencia del propio bosque autóctono.

Pero que nadie se asuste, la sociedad urbana que ha llevado al abandono de nuestro pueblos, no va a dejar que el lobo, tan vinculado al hombre y a las culturas tradicionales, ocupe territorios cercanos a sus ciudades,  pueblos y granjas.

La sociedad moderna solo valora aspectos económicos. Olvida los servicios ambientales que nos ofrece la naturaleza. Servicios necesarios para permitir mantener nuestro hábitat, como el bosque regulando el agua y generando oxigeno ó la necesidad de una paisaje abierto donde la presencia del hombre apenas se intuya.

Los recursos que demanda la sociedad occidental, la convierten en una fuerza geofísica más destructiva que las tormentas y la sequía. Deforestación, infraestructuras y cambio climático ejercen un impacto ambiental tan rápido, que la fauna y la flora no pueden adaptarse.

Las denominada Reservas de la Biosfera aspiran a conservar enclaves naturales junto al patrimonio cultural antrópico responsable de su estado, ello les confiere un alto índice de diversidad. Las Sierras meridionales del Sistema Ibérico, precisan de estas medidas de protección para conservar su biodiversidad.

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“Estoy hecho de un barro que no está bien cocido todavía.
¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!
Pero todos se han muerto”
León Felipe (“¡Perdón!”)

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