DESPOBLACIÓN RURAL (I). EL GRAN TRAUMA

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Asistí en la ciudad de Teruel durante la primera semana del pasado mes de Mayo a una de las Charlas organizada por el Colectivo Sollavientos. Era la primera del ciclo programado para el año 2017, e iba afrontar el tema de la despoblación. La despoblación es un tema que preocupa a la provincia de Teruel. Actualmente el total de habitantes en la provincia es de 135.000, existen zonas como la Sierra de Albarracín que son un auténtico desierto demográfico y las perspectivas de futuro se presentan muy pesimistas. He querido reflexionar tras el reposo de varios meses desde que escuche las intervenciones, para escribir sobre el tema tratado.

En esta primera charla se presentaba un dialogo en el que participaban el escritor Sergio del Molino, ya saben, autor del ensayo La España Vacía, y el profesor de la Universidad de Zaragoza, Doctor en Ecología, José Manuel Nicolau Ibarra (aprovechó las posibilidades de la era digital, para presentar su trayectoria profesional -muy ligada a investigación en torno  a la restauración de ecosistemas mediterráneos-,  con el enlace de una charla magistral que ofreció el pasado mes de Agosto en el IX Congreso Colombiano de Botánica: https://www.youtube.com/watch?v=rnwgDQz6sJU)

La mayoría del público que llenó la sala del salón de actos de la Cámara de Comercio acudió pensando en la presentación de un libro. La España Vacía se ha convertido en un best seller nacional. Ha sido catalogado por los críticos como el mejor ensayo del año 2017 en España. Sergio del Molino aportó su visión global respecto a este país desde una perspectiva, discutible, en el que a lo largo de la historia su organización social y económica ha girado en torno a núcleos urbanos y en concreto Madrid, desde que se declaró capital del Estado. Desde esta perspectiva argumenta en su libro que hemos recibido una herencia cultural en torno al paisaje de escritores de la Generación del 98, de Instituciones de referencia como la Institución Libre de Enseñanza, etc.. Una nueva generación, quizás la suya, ha nacido en el medio urbano y necesita una identidad para conocer su lugar de procedencia, en su mayoría el medio rural que sus abuelos abandonaron en busca de una oportunidad en la ciudad. De esa búsqueda en los últimos años se desarrolla una nueva cultura en torno a la música, a la literatura, también a la búsqueda de un nuevo modelo socioeconómico donde con las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías (las TIC “Tecnologías Informáticas de Comunicación”) retornar. En su ensayo argumenta sus razonamientos y supongo que son discutibles e interpretables, pero a mí personalmente me gusta el reto lanzado para cuestionar aspectos de mi educación que pueden ser revisables.

El profesor de Universidad José Manuel Nicolau, a quien me une una gran amistad desde hace más de treinta años, fue más allá. Con un criterio académico y sustentado en su experiencia personal de contacto con el territorio aragonesa, hizo un análisis no sólo de las causas de la despoblación, también de sus consecuencias. El vacio del territorio no sólo deja profundas huellas en la economía, también lo hace en el paisaje, en la cultura, en la sociedad, e incluso repercute en los recursos que desde estos territorios se ofrece al país. En concreto estamos hablando de las necesidades de una sociedad urbana, y los recursos que obtiene del medio rural.

En varios artículos voy a intentar resumir sus aportaciones, que inició con su análisis respecto al último éxodo rural vivido y que denominó como: EL GRAN TRAUMA.

Hemos vivido el despoblamiento y el desarraigo como una experiencia no traumática, aunque conocemos gentes que tuvieron que abandonar sus casas de forma dolorosa por la construcción de embalses o macroproyectos de repoblación forestal. También fue traumática la desvertebración del tejido social en la provincia de Teruel durante y tras la guerra civil.

Los datos objetivos están ahí: el despoblamiento del medio rural lleva ocurriendo desde hace varias décadas de forma vigorosa y está experimentando un repunte en los últimos años. Es un fenómeno que, hasta la fecha, no se ha sabido/querido parar. Y no tenemos certidumbre de cómo se podría revertir en un futuro próximo.

Hay bastante consenso sobre las causas del despoblamiento: Culturales y económico-políticas, principalmente.

Para abordar esta situación es necesario identificar sus causas. Creemos que se conocen bien, aunque haya ciertas discrepancias, sobre todo en cuanto al peso que se atribuye a la gestión política (causas externas) y a los propios cambios en las personas, en el territorio y en la sociedad (causas internas).

Parece haber un consenso en que las causas de fondo son culturales. Lo analiza muy bien José Ramón Bada en su magnífico ensayo “La sed. Los Monegros y otra escala de valores”. Y nos lo ha transmitido con claridad Víctor Guiu en el foro del Colectivo Sollavientos (http:wwwsollavientos.blogspot.com). La percepción de la gran mayoría de la población actual es que su ideal de vida se realiza mejor en las grandes ciudades que en el campo. Por la oferta de ocio, de formación, de desarrollo profesional; por las posibilidades de interacción con otros y de encontrar amigos o pareja; de conseguir las cosas de manera inmediata y estar conectado con el mundo y en red; por la mayor facilidad de consumo; y por muchas cosas más. El trabajo es un factor limitante pero sólo hasta cierto punto, muchos hemos oído el testimonio de un alcalde que se lamentaba de que los jóvenes de su pueblo dejaban el trabajo en la fábrica para ir a Zaragoza sin nada, pero con expectativas de una vida más “divertida y atractiva” que la del pueblo.

Analizar las razones por las que el ideal de vida actual es el que es para una gran mayoría social -que ve más atractiva la vida urbana que la rural- es un debate interesante, que nos llevaría muy lejos. Sólo decir que en las sociedades rurales tradicionales –y más aún en las que eran más pobres en recursos naturales- la clave de la supervivencia estaba en la subordinación del individuo a los intereses del grupo. Ahí están los tiones del Pirineo –los hermanos segundones no herederos-, los matrimonios arreglados, etc. Conviene releer de vez en cuando libros de Severino Pallaruelo: “Pirineos, tristes montes”, “Ruidos de Zuecos”. Sin embargo, desde la Revolución Francesa todos aspiramos a realizarnos como personas libre e individualmente, eligiendo nuestro oficio, nuestra pareja, nuestro lugar de residencia, etc. Otra cosa es que en la práctica esa libertad de elección sea una quimera o funcione adecuadamente. Pero es una aspiración/ilusión irrenunciable para cada uno de nosotros.

 

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