La arquitectura de los grandes centros de poder, es un de reflejo del despilfarro.
Uno se pregunta el precio de ese privilegio. Viendo la distribución de los recursos y la diversidad, no ya de la capacidad económica, sino de la posibilidad de subsistencia de la población, muy distinta según el lugar donde viva y la clase social a la que pertenece, solamente podemos encuentra una respuesta en la acaparación por parte de unos pocos: la colonización, la explotación, el abuso del poder. Frente al interés general, frente a la defensa de lo común, vence el protagonismo del individuo. Lo observamos cuando visitamos las grandes ciudades, y la diferencia en cuanto a obstentación la encontramos en aquellas que además han sido capitales de grandes imperios.
Hoy los economistas trabajan con el concepto de huella ecológica. Sin duda la huella ecológica, los recursos que necesitan estos nucleos de las finanzas y de la economía del mundo, no puede ser exportable. Con un modelo sustentado por la energía de combustibles fósiles tenemos límites al desarrollo. Pero el que unos pocos accedan a esa posiblidad, lo es a costa de gastar lo que pertenece a todos. Incluso, como vemos al analizar los problemas ambientales del Planeta, el disfrute y consumo sin responsabilidad es la causa principal de que las condiciones de nuestro entorno se degraden.
Avanzar hacia un mundo más sostenible, equitativo y solidario, implica asumir los límites al crecimiento.