Hace unos meses realicé un viaje a Chile. En las portadas de la prensa y en los telediarios, también en la radio, ocupan un lugar prioritario las noticias relacionadas con el papel desempeñado por Rusia para desestabilizar las democracias occidentales, junto a los conflictos que mantiene para el control de los recursos naturales de países como Ucrania u otros de la antigua órbita soviética; es un germen de desestabilidad. Quizás por ello he vuelto a leer Encuentro en Berlín de Pepe Rivas. Una sorprendente novela publicada en el año 2013. Su autor fundó y dirigió la revista libertaria Ajo Blanco en el año 1974.
Su lectura desde un enfoque literario nos hace recordar las novelas con tramas de espionaje de John Le Carré. Escrita en castellano nos permite acceder directamente a la versión original. Además rastreando en la biografía del autor, independientemente de que coincidamos o no con todas sus ideas, hemos de reconocerle ser una persona extremadamente culta y coherente; a lo largo de sus publicaciones nos abre la mente desde posiciones heterodoxas.
Conforme avanzamos en sus páginas nos va marcando un ritmo, como si fuéramos espectadores de una película, creo que los expertos denominan este estilo literario como thriller. Hay momentos en los que la ficción nos atrapa hasta el punto de sentir estar viviendo directamente la acción. El soporte en papel nos facilita volver a releer o incluso ampliar información buscando ensayos históricos sobre los temas que nos va presentando. Cada lector establece su ritmo, que aconsejo sea lento, capaz de ir asimilando y no perderse en el laberinto de nombres con raíz eslava, tanto de algunos de los personajes como de las localidades geográficas.
El protagonista es un joven chileno. Su padre se sospecha que ha participado en la tortura de una prisionera en los años del golpe militar de Pinochet. Ella, su madre, es de origen judío y llegó a Chile junto a individuos nazis tras la segunda guerra mundial. Enrevesada situación, como toda la trama de la historia, cuya verdad no se descubrirá hasta llegar al final de la novela.
Su trabajo de periodista nos introduce en los tiempos de la transición tras la dictadura chilena. Tras el resultado del referéndum del NO, la concertación de partidos por la democracia fueron alternándose en el gobierno para normalizar la situación del país. Para muchos, pese a la recuperación de la democracia, continúo el control político por parte de elites económicas. Las nuevas generaciones transmiten sensaciones de que las heridas no se cerraron; nos recuerda a la situación de España, pero hemos de recordar que aquí sigue pendiente el juicio a quienes sembraron el terror desde el Estado tras la consolidación de la dictadura de Franco.
El experimento de economía neoliberal iniciado por Pinochet, dirigido por intereses internacionales, otorga concesiones a empresas multinacionales en el control de importantes recursos naturales del país: minería, explotaciones forestales, recursos marinos, grandes embalses…. Ha supuesto un injusto reparto de la riqueza, también desastres ambientales favorecidos por el Gobierno al abandonar sus obligaciones de control, y la perpetuación de la crisis social en la población indígena mapuche. Las poblaciones indígenas, tanto las comunidades que pretenden mantener su tradicional vínculo con la tierra como aquellos que ha optado por integrarse en el nuevo sistema económico y social, han sido las más perjudicada por la nueva situación del país. El nuevo modelo socioeconómico coloca a Chile en el ranking de aquellos países más desarrollados de Sudamérica, también en el de estabilidad. Esta nueva situación ha supuesto la consolidación de una clase media que ha dado respaldo a la transición tras ver favorecidas sus condiciones e incrementar su capacidad adquisitiva en el mercado del consumo; el silencio es el precio que ha decidido pagar por ello.
Las críticas a intereses económicos desde la revista ecologista que dirige, es la causa de que deba abandonar Chile en dirección a Berlín. Allí conoce a un cosaco ucraniano vinculado a los servicios secretos y con importantes intereses en negocios derivados del control de los recursos energéticos. Conoceremos a través de esta relación el intrigado laberinto que, desde la caída del muro de Berlín y la desmembración de la URSS, se extiende por las antiguas repúblicas soviéticas en el control de materias primas como el gas. Poderosas oligarquías mueven los hilos, inteligentemente manejados por Rusia en pro de sus propios intereses, poniendo en jaque la estabilidad de los países, algunos de ellos inseguros en la decisión de seguir aceptando la influencia eslava o acercarse a los paises occidentales agrupados en la Unión Europea. Como fondo encontramos su historia durante los últimos siglos, un pasado violento con grandes flujos de población, acompañados de genocidios étnicos.
Llegados aquí, hemos de profundizar en la historia de Europa. Para ello aconsejo leer a Tony Judt, al menos su ensayo: Postguerra: una historia de Europa desde 1945. Judt es un referente para descubrir la hechos acaecidos en la Europa del Este. Las dictaduras comunistas cerraron las fronteras y la información. Tras la caída del muro y la disolución de la URSS enfocó su labor investigadora en acceder a los archivos para reconstruir la realidad de este periodo oscuro reciente, hasta ese momento cerrado a historiadores independientes.
La ruptura de la URSS supuso para la izquierda europea perder el referente de un modelo socioeconómico alternativo al capitalismo. Los libros de Tony Judt han sido de gran ayuda para que los escépticos asumiéramos la realidad vivida en los países comunistas. Sin duda nos quedamos huérfanos. Comenzamos un vaivén en torno a la defensa de las identidades y olvidamos la búsqueda de una causa común. Quizás es la consecuencia de que el proyecto de Unión Europea, pensando en sus ciudadanos, se vaya desinflando continuamente agujereado por el crecimiento de nacionalismos y populismos. Frente a ello el análisis del historiador judío-ingles afirma, que la cooperación de los países europeos en los 30 años posteriores a la caída de Adolf Hitler da muestra de que el pacifismo y el multilateralismo pueden engendrar una estabilidad y una prosperidad duraderas.
La novela va acercando a los personajes que nos parecían alejados étnica, cultural y socialmente. La diversidad se encuentra dispersa por toda Europa, siendo un error pretender encajarnos territorialmente, cuando las fronteras junto a la población han tenido continuos y grandes movimientos a lo largo de los siglos pasados, e incluso mirando hacía décadas muy recientes.
El texto se mueve con naturalidad con la homosexualidad y bisexualidad. Los valores de las personas, sus virtudes y defectos, no están en función de su opción sexual. En estos tiempos convulsos donde parece aflorar perjuicios que creíamos apartados de nuestra sociedad, es de gran ayuda encontrar literatura con la que asumir nuestra verdadera realidad cultural.
Sin pretenderlo he vuelto a leer la novela en vísperas de unas nuevas elecciones al Parlamento Europeo. Es un momento importante para dar respaldo a este proyecto de Unión Europea todavía en proceso de consolidación y actualmente con fracturas, que pueden desembocar en ruptura. Es importante encontrar fórmulas para permanecer unidos y mantener viva la construcción de un Estado Federal bajo los principios de equidad, multiculturalidad y garantía de los derechos humanos, capaz de ser referencia para otros países del mundo.
Las nuevas generaciones no pueden ni deben heredar los errores del pasado. Tampoco deben olvidarlo. Del recuerdo y la experiencia debe surgir el esfuerzo para localizar la senda con destino hacía una Europa sustentable desde el punto de vista económico, social y ambiental.
Participar en el proceso electoral no sólo supone dar un respaldo a las democracias. Nuestra elección puede significar que la composición del Parlamento permita avanzar hacia uno u otro lado. Es nuestro futuro. Me atrevo a afirmar que somos muchos los que, sin querer borrar nuestras huellas históricas y culturales, deseamos verlo avanzar orientado en dirección al objetivo de mejorar la vida de los ciudadanos y las ciudadanas, con el sentido y el bien común como referencia.
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