No puedo echar la culpa a nadie de esta situación generada por el COVID19, porque a todos nos ha pillado mirando hacia otro lado, más bien mirándonos el ombligo. No hay excusas. Nos creíamos salvaguardados en nuestro mundo de cualquier amenaza, como si esta sólo le pudieran ocurrir a los otros. No entendimos al sociólogo alemán Ulrich Beck cuando nos hablaba que vivimos en una sociedad del riesgo.
Es por ello que en estos momentos solo puedo dar mi confianza hacía aquellos, a quienes la situación los ha cogido siendo los lideres del país. Su deber es encontrar soluciones, también definir el comportamiento que debemos seguir la sociedad. En esta situación de «colapso» muy probablemente no van a hacer desparecer el sufrimiento. Es por ello que si, aún asumiendo la impotencia de no encontrar salidas fáciles y rápidas, mantienen la serenidad a pesar de la fuerte presión social a que son sometidos por insultos infundados, que no por críticas razonadas, y no sueltan el timón para evitar que la sociedad navegue hacia la deriva, merecen todo mi respeto. Sólo les pido transparencia y creo que hasta la fecha la hay, al menos la veo en la humildad con la que se dirige al país en sus intervenciones el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, el Dr. Fernando Simón.
He querido escribir estas reflexiones, porque no quisiera hacerlo tiempo después. Quizás entonces sea el momento de aprender del pasado y prepararnos mejor para el futuro.
Hace unos meses me sentí en la necesidad de reflexionar sobre el pasado. Valorar los logros que a lo largo de los años hemos tenido en el país que se construyó en los últimos cuarenta años, animando a la necesidad de no eludir la responsabilidad de votar en las elecciones que se avecinaban, y reivindicando la necesidad de seguir creyendo en la construcción de una Europa Unida. Por ello escribí las entradas: «Con la mirada puesta en Berlín» y «El 28 de abril: vota».
Para terminar, mi agradecimiento a los sanitarios en los diversos centros asistenciales y de servicios sociales. Hace unos meses la situación familiar vivida en el final de la vida de mis padres me hizo conocer el inmenso papel que realizan y les escribí «Ángeles invisibles», no me arrepiento y suscribo cada palabra escrita. Hoy debo revindicar la necesidad de que nunca se os olvide.
Estos días, un buen amigo nos recordaba una frase del que fue Justicia de Aragón y poeta, Emilio Gaston:
“Y SEGUIREMOS LA LUCHA EN SUBJUNTIVO, COMO SI SE PUDIERA O PUDIESE”.