Cuando regreso de un fin de semana en un parque tematico de la costa tarraconese, saco tiempo para parar a comer en Calaceite. Varios días de sobredosis de ocio consumista y comida basura necesitan curarse comiendo en la Fonda Alcala.
Conocí esta casa de comidas hace más de 15 años, y el trato dispensado ha sido igual de excelente cuando en aquellos años accedía con mi novia, hoy mujer, al que hoy recibo cuando llego con mis hijos.
Han cambiado las caras y el anciano dueño, ya no se acerca a sentarse a la mesa y aconsejarnos a elegir la comida, sin duda sus años se lo impiden, pero su hijo y los profesionales, que hoy llevan el restaurante, dispensan la misma hospitalidad. En esa casa no hay distinción entre sus variados clientes, turistas, viajantes, ilustres autoridades e intelectuales que no han escateado elogios al escribir del lugar.
Sentado en la mesa, mirando hacia fotos antiguas colgadas, sabores, olores y sonidos te trasladan al hogar de masias donde el único pescado que llegaba era el arenque y el bacalado salado, a días fríos del inicio del invierno bareando olivas en las vales del Bajo Aragón, a días de caza de perdices y conejos por extensos campos de romero y aliaga, a gentes con la cara curtida de sol y frio acompañados por las ovejas y el cierzo azotando.
Cuando casi furtivamente vemos a su dueño, sentado en su mesa camilla en una pequeña sala cercana a la cocina, nos emociona tener en frente a una buena persona, capaz de levantar un negocio como el suyo con la satisfacción de sentir felices a sus clientes. Intuimos por entrevistas que hemos leido, que larga vida ha estado repleta de inquietudes, su amor a la fotografia y sobre todo a su pueblo. En su humildad y sencillez, tambien en la bondad, inteligencia y laboriosidad, esta la grandeza de su persona, como en esos mismos valores esta su exquisita cocina.
Esos son los valores que pretendo que conozcan mis hijos cuando entro con ellos a la Fonda Alcala, y por supuesto sientan los variados sabores de una cocina tradicional, sana y variada, que ofrecen sus fogones, bajo la mano hospitalaria de sus dueños atalantando a los clientes. No nos sorprende que este hombre, hoy anciano, se sienta orgulloso de su vida.
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Publicado el 6 de noviembre de 2004 – Calaceite